El idilio de la madre de Cristina: "El jamón ibérico me ha acompañado de por vida"

Ingeborg Schlichting cuenta en Fin de Semana cómo sufre alergia del heno o prueba el gazpacho por primera vez

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El idilio de la madre de Cristina: "El jamón ibérico me ha acompañado de por vida"

Cristina L. SchlichtingRedacción Fin de Semana

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Continúa en Fin de Semana la serie de la madre de Cristina, Ingeborg Schlichting a su paso por España. Seguimos en Extremadura, donde la madre de Cristina ya había empezado a trabajar. Pero antes, un apunte sobre la situación actual: “Hay que dirigirse a la sensatez del pueblo, la gente tiene que reducir sus reuniones. También quería hablar de los Santos Inocentes, ese libro que reflejaba una época tremendamente cruel. Está muy bien escrito, a mí me encantó”.

Ya de viaje con Ingeborg, vamos a Extremadura: “Era un paisaje precioso, me encantaría volver por aquellos pueblos. Todo estaba lleno de adelfas, los encinares eran preciosos, es una zona que me encantó” ha dicho. Se encontró con una piara de cerdos ha contado, “tenían una piara enorme, vi trabajar a los hombres con esta piara gigante. Pastorean de una forma muy extraña, y hay que manejar un látigo de una manera muy curiosa, para que fuesen todos juntos. Pero lo que me llamó la atención es que los porqueros iban muy bien vestidos. Era algo digno para pintarse”.

Hablando del tema de las piaras, llega el jamón ibérico: "Me dieron la llave de una despensa que era maravillosa, Me enamoré del cerdo ibérico. Mi primera comida fue muy típica española. Migas, garbanzo, gazpacho, me encantaban. En esta época también existía otra cosa: la distancia social. En la Iglesia, la gente no se sentaba unos al lado de otros. Cuando teníamos misa en el cortijo, la familia oía la familia desde el salón. El resto de la gente estaba al otro lado, en la capilla” ha dicho Ingeborg Schlichting. “Son cosas que cuenta muy bien Delibes en los Santos Inocentes.

En otro momento fuimos a Mérida: “Vimos el anfiteatro, comimos en el parador. Me llamo la atención que había toldos en la calle, no lo había visto en la vida, pero era como la gente luchaba contra el calor. Pero también pillé la fiebre de heno. Las máquinas cosechadoras de la finca levantaban mucho polvo y yo tenía una alergia espantosa. Ellos no conocían esto de la alergia, así que me tuvieron que mandar la medicina desde Hamburgo”.

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