La esquina del misterio: ¿por qué tenemos el culo gordo?

Jorge Alcalde, nuestro divulgador científico y escritor, nos desvela una cuestión estética que puede sorprender: el porqué tenemos un culo de ese tamaño

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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‘La esquina del misterio’ de esta semana afronta un reto curioso: dar respuesta a una cuestión estética, concretamente el trasero. ¿Por qué tenemos las posaderas más gordas?

Nuestro experto Jorge Alcalde afirma sin rubor que “podemos estar orgullosos de ellas. Por escala evolutiva nos correspondería a las de un mandril, pero no es nada bello, hemos desarrollado posaderas carnosas y hace poco se ha descubierto por qué, la razón es evolutiva”.

Para empezar, Alcalde destaca un fallo: “Las llamamos partes bajas pero no lo son, son el centro del cuerpo. Al erguirnos y convertirnos en bípedos hicimos que, en realidad, lo que tenía que estar al final del cuerpo se quedase en el centro con todo el aparato urogenital. Las posaderas están en el centro del cuerpo y eso ha cambiado la historia de la evolución, como la forma en que da a luz la hembra del homo sapiens, que lo hace de una manera diferente a los chimpancés, o la estructura de las caderas del hombre y de la mujer hasta cómo nos relacionamos sexualmente. Todo eso es porque tenemos las posaderas en el centro del cuerpo y eso es fundamental”.

Pero, ¿por qué están así? Lo explica Alcade: “Entre otras cosas porque estamos diseñados, aunque casi nadie lo practique, para correr largas distancias. Nuestros ancestros eran cazadores pero no eran muy veloces sino por hartazgo, hasta que la presa se cansaba, eran capaces de recorrer kilómetros y kilómetros hasta que su presa se agotaba y ya podía ser cazada. Y para correr esas distancias desarrollamos una forma física muy específica, tenemos el tendón de Aquiles, una especie de muelle que hace que la energía del cuerpo al correr se devuelva a la musculatura de las piernas y nos cansemos menos. Tenemos unas articulaciones muy gordas en relación al resto de la musculatura, nuestras rodillas son más grandes que las de un chimpacé o las de un bonobo, y tenemos esas prominencias musculares en los glúteos para mantener el equilibrio, para que salga un poco el centro de gravedad fuera del centro del cuerpo y podamos correr sin caernos durante más tiempo, y además que se recoja la energía que se transmite al andar y podamos tener un poco de alivio en los pasos que damos”.

“Somos una máquina de hacer maratones”, asevera el divulgador científico, que añade que “ha pasado lo que ha pasado, hemos dejado de correr y de hacer ejercicio, y a eso hay que sumarle que comemos lo que comemos y hemos sido sedentarios, así que lo que estaba fabricado por la naturaleza para correr grades distancias se han convertido en un depósito de exceso de grasa”.

Sobre por qué la hembra tiene más trasero, Alcalde relata que “la configuración de las caderas son diferentes para poder parir, de hecho, al erguirse, el ser humano genera que el canal del parto sea más pequeñito, se estreche, eso genera que la mujer sea, probablemente, la primate que más sufre en el parto, más que los chimpacés y los bonobos. Eso, a la vez, generó una estrategia evolutiva: los bebés humanos nacen antes de terminarse de hacer, realmente nacen fetos”. “Cualquier chimpancé, a las dos horas de nacer ya está correteando”, explica Jorge, que añade que, “el bebé humano tiene que nacer sin formar porque el cerebro del ser humano mataría a la madre con ese canal de parto tan estrecho, lo cual a su vez ha provocado que los lazos afectivos de madre y cría sean más profundos”.

“En tiempos también ancestrales unas posaderas bien grasientas eran sinónimo de fertilidad y por lo tanto de atracción al macho del clan como una mujer sana”, comenta Alcalde: “Todo eso lo hemos ido perdiendo porque nuestras costumbres son distintas y, al final, las acumulaciones de grasa se producen donde no queremos porque estamos mucho tiempo sentados y no las quemamos con ejercicio o porque la añadimos con una alimentación no correcta. La grasa corporal siempre ha sido, a lo largo de la historia evolutiva, sinónimo de salud y de fertilidad”.