‘La Esquina del Misterio’: los hombres prehistóricos dominaban a la perfección la iluminación en cuevas

María Ángeles Medina, investigadora del instituto de Prehistoria de Cantabria, pasa por Fin de Semana con Cristina para hablar de su estudio pionero

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Llevamos unas semanas hablando sobre el coste de la electricidad, no es para menos, está por las nubes y todo apunta que seguirá así un tiempo.

El caso es que este coste energético no es nuevo, sucedía hace décadas y también en la prehistoria. En el paleolítico el mantenimiento de la iluminación dentro de las cuevas tenía su coste. No es broma. Detrás de las antorchas y las hogueras había una gran planificación y, por supuesto, un coste físico y económico de la época.

Son algunas de las conclusiones a las que han llegado un grupo de investigadores del Instituto de Prehistoria de Cantabria tras recrear en una cueva vasca las antorchas y lámparas de grasa que utilizaban nuestros antepasados para iluminar las cuevas.

María Ángeles Medina es investigadora del instituto de Prehistoria de Cantabria y cuenta en Fin de Semana con Cristina cómo es este estudio tan interesante sobre la iluminación de las cuevas: “Los hombres primitivos no eran estúpidos en absoluto. El homo sapiens, que es el que hemos estudiado en relación con la iluminación de las cuevas con arte paleolítico, era como nosotros, y este trabajo lo evidencia así. Había una planificación muy premeditada de dónde posicionar la luz, el tiempo de duración… no era algo que hicieran sin pensar”.

“Hemos estudiado sobre todo las cuevas con ese arte y ahí, gracias a un estudio de recopilación datos sobre la iluminación de esos grupos, hemos reproducido cómo sería la luz en el interior de las cuevas”, explica Medina, que continúa: “Ahora al visitarlas están iluminadas gracias a la electricidad, pero una cueva, por definición, es oscuridad total, y queríamos saber cómo se iluminaban para hacer esas pinturas, para ello hemos recreado antorchas y lámparas de grasa”.

Para ello “hemos dejado de mirar a la pared exclusivamente y hemos mirado al suelo”, sorprende María Ángeles: “Ahí nos hemos dado cuenta de que hay mucha información arqueológica que, tradicionalmente, ha pasado desapercibida y nos da mucha información. En concreto estos residuos de los fuegos y la iluminación prehistórica, como restos de carbones. Después de tener los datos la hemos reproducido en una cueva natural para conservar el entorno y las condiciones ambientales que pudieron afectar también en la prehistoria, queríamos hacerlo en una cueva. Hemos recreado tres instrumentos de iluminación: el primero son las lámparas, el más conocido, una concavidad de piedra que se insertaba un poco de combustible graso de animal y se le añadía una fibra vegetal que funcionaba absorbiendo el combustible graso al hacerse líquido; el segundo sería la antorcha, uniendo ramas de pino silvestre y, por último, los fuegos fijos, localizados en las cuevas tanto en el suelo como en estalagmitas”.

Lo que hemos estudiado es la iluminación de cuevas, realmente es un paso más allá a la producción de fuego”, explica la experta, “el hecho de saber controlarlo como para meterte hasta el fondo en una zona sin luz, de oscuridad total. Hemos visto que lo controlaban a la perfección, de hecho esas antorchas, una vez extintas la primera vez, se podían reencender. La primera muestra de esto la tenemos en la Cueva de Bruniquel, en Francia, hace unos 170.000 años y hablamos del Neandertal. En el Paleolítico Superior es cuando empieza el arte”.

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