La posesión de Sor Juana de los Ángeles en el convento de Loudun: "Seres pestilentes la cogían del brazo"
José María Zavala cuenta en 'Fin de Semana COPE' los hechos ocurridos en la localidad francesa en el año 1632
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Hoy en 'La esquina del misterio' volvemos a hablar de uno de los asuntos que más preocupa al ser humano, el misterio del mal, un tema que nos atrapa y nos suscita preguntas a lo largo de toda la vida y que nos lleva, también, a preguntarnos si detrás de él no habrá alguien que lo cause, que haya optado personalmente por él y que se llame diablo, Satanás, Lucifer, etc.
Con la ayuda de José María Zavala, periodista, escritor, director y académico de cine español, viajamos a Francia, concretamente hasta el convento de Loudun, donde en el año 1632 (seis años después de su fundación), 16 religiosas y, en especial, Sor Juana de los Ángeles, comprobaron que el demonio existe. Y es que todas empezaron a sentirse víctimas de extraños sucesos, por lo que no tuvieron más remedio que llamar a un sacerdote jesuita, Jean Joseph Surin, para tratar de vencerlo.
"Juana vio seres pestilentes junto a ella que la cogían furiosamente del brazo y empezaban a desnudarla hasta aplastarla contra su cama colocando una rodilla sobre el pecho", contaba Zavala. Con razón, el padre Surin escribió: "Éste es el lugar donde se deja ver, fuera de su oscuridad, el Enemigo, hasta ahora invisible y omnipotente... Aquí, en Loudun, está la brecha que muestra el infierno". Pero la cosa no queda aquí ya que, una noche, el padre consiguió seguir a la superiora al verla correr en camisón por el pasillo y, haciendo caso omiso de sus llamadas, "sor Juana salió por una ventana del altillo y se subió al tejado".
Tampoco era extraño verla desgarrar su hábito y masticar pedazos de tela, lo que propició que el resto de religiosas mostraran también síntomas de posesión diablólica mientras "se pasaban el pie izquierdo por encima del hombro hasta la rodilla e incluso ambos pies llegando a tocarse la punta de la nariz con los dedos", casos que se daban en monjas con achaques de reuma. Es por ello por lo que el padre Surin decidió entrar en acción quien un día, "mientras exocizaba a la madre superiora, hizo su aparición Baalam, uno de los demonios que la poseían, sacudiendo a esta con horribles convulsiones".
Finalmente, las hermanas fueron liberadas, aunque fue un calvario debido a que las posesiones en las religiosas muestran a un demonio más fuerte. Por su parte, el padre Surin murió años después y, al igual que la mayoría de los exorcistas, tuvo achaques. No era de extrañar que el poeta francés Charles Baudelaire escribiera que "la mejor artimaña del demonio es persuadirnos de que no existe".