Cristina López Schlichting: "Lo importante no es el regalo, sino los Reyes Magos"
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Yo diría… me parece ¡sí! Creo que hay una luz en el salón ¿de verdad han llegado?
Qué noche…ayer daba vueltas y vueltas, y tenía calor, y luego frío y no podía dormirme de los nervios. Imaginaba el sillón bajo el que he puesto mis zapatos, las zanahorias remordidas por los camellos, las copas vacías de los Reyes y se me cortaba la respiración ¿De verdad pasaría?
Y ahora, ahora creo que hay luz, y entreabro la puerta despacito y veo los bultos de los paquetes. Sobre el sillón, uno que lleva mi nombre. ¿De verdad alguien desde el Misterio ha pensado en mí? Miro el papel con un nudo en la garganta y deshago el paquete y no entiendo cómo se me puede querer tanto ni cómo, en medio de tantos millones de niños, alguien se ha centrado en mí y ha buscado tiempo y espacio para pensar qué me gustaba.
La muñeca preciosa, el coche, brillan en sus cajas, pero son mucho más. Son muñeca y coche del espacio, del más allá, del sitio que desea mi corazón. Yo soy importante para alguien.
Es hoy, ya grandes, querido oyente, y seguimos buscando. Entreabrimos puertas imaginarias cruzando los dedos, deseando que alguien nos quiera así.
Año nuevo, vida nueva de 2019, dice el refrán. Y ahí que nos lanzamos. Al gimnasio, a ver si logramos mejorar, para que nos acepten y nos quieran. A trabajar como locos y mejorar y triunfar. Para que nos quieran. A viajar, para descubrir mundo ocultos en nuestros corazón, llenos de amor.
Buscar, como en la noche de Reyes, es el signo de nuestra vida. La Búsqueda. La espera. El deseo. Estanos hechos así, lo llevamos a fuego dentro.
Y, sin embargo, a veces se cansa uno ¿verdad? Es fácil sentirse viejo de repente, y desanimarse, y pensar que no puede uno con esta prueba que es la enfermedad del hijo, o la vejez de uno, o esos madrugones que me están matando. La vida es algo más complicada de lo que uno imaginó de niño, en las novelas de Corín Tellado y Marcial Estefanía. Y es que allí todo terminaba cuando se resolvía la intriga, el romance, el enigma. Ponía FIN y ya estaba. Cuando, en la vida, eso no es más que el principio. Porque luego hay que buscar trabajo, y aguantar al jefe, y cobrar poco, y hacer la compra, y llegar a casa cansado y poner los baños y morderse la lengua porque también el otro está de mal humor y puede saltar la chispa.
Por eso, justamente por eso, son tan importantes no el regalo, no la sorpresa ni el paquete -que también- sino los Reyes Magos. Míralos. Miraban y miraban y miraban al cielo, a las estrellas. Seguramente durante largos años. Buscando, buscando. No aflojaron en la búsqueda, y eran simples mortales como nosotros. Les agobiaba la intendencia de su casa, los problemas de la familia, el follón diario…y ahí seguían, mirando al cielo.
Y pasó. Pasó lo impensable. Un día, una noche, un cometa distinto revolvió el paisaje habitual. ¿Qué era eso? ¿De verdad era posible que el horizonte gris de todos los días albergase de repente una novedad? ¿De verdad la búsqueda iba a tener sentido?
Y no se pararon allí, oye, que se echaron a la calle. Enjaezaron los camellos, también el más viejo, el de la barba blanca y los dolores en las rodillas, el que tenía artrosis y problemas de próstata, y siguieron la señal. Adelante, adelante, buscando el amor, deseando la esperanza, por los calles, bajo el sol y la lluvia y los dolores de la vida, por los países y las colinas hasta la casa aquella de Belén.
Y al entreabrir la puerta vieron una luz, la del hogar. Y un paquete pequeñito que se movía. Y una madre que los sonreía. Y una padre que los acogía. “Belén existe”, dijo Baltasar. “Belen existe”, repitió Gaspar, y el más cabreado de ellos, el viejo Melchor, a pesar de los dolores y la mala leche, tuvo que reconocer que sí, que sí, que era verdad, que su corazón cansado nunca lo engañó: Belén existe.
Así es la Historia, queridos oyentes, esta es la historia de nuestra infancia, nuestra lucha adulta, nuestros dolores y alegrías. Esta es la lucha de la vida y de la estrella. Que miremos arribañ. Que no dejemos de mirar arriba. Porque Belén existe.