Cristina, desde la zona cero de Chiva: "hay cosas verdaderamente inexplicables, pero por encima de todo se alzan los corazones de hombres y mujeres que han hecho un alto en el trabajo de desescombro para entonar el himno de Valencia"

La directora de Fin de Semana viaja hasta el epicentro de la tragedia en la Comunidad Valenciana

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¡MUY BUENOS DÍAS ESPAÑA! Te saluda Cristina y todo el equipo desde Chiva (Valencia), en esta mañana de Todos los Difuntos que alumbra en el lugar que más preocupa ahora en la localidad: el polígono industrial. En este inmenso centro de trabajo, habitualmente lleno de camiones hay un silencio ominoso, solo roto por las excavadoras. Ramas, troncos, y fango lo cubren todo y muchas de las naves no volverán a abrir. Se habla de cerrar el polígono, empezar en otro lado. 

Antes de ayer se sacaron cuatro personas fallecidas de los coches estrellados y amontonados por todas partes. Ayer, unos voluntarios de Elche con los que hablaremos en unos instantes consiguieron despejar en un día agotador, cien vehículos. De repente, se alzó un muro, una linde infranqueable de silencio tozudo

Los empleados de una empresa de jamones se negaban a entrar en una de las naves. Cientos de jamones, colgados de lo alto, se habían derrumbado sepultando a un compañero que todavía sigue allí, esperando al juez y la funeraria porque un profundo respeto impide tocar nada en este extraño templo improvisado. 

En este fin de semana que este pobre hombre nunca verá, una tímida esperanza se abre paso. Hay luz por fin en casi todos los barrios de Chiva y agua fría también. Belinda Castellote nos ha dejado su piso. Y los patos de goma de los niños, sus zapatillas rosas, los peluches, apresuradamente abandonados por esta familia que ha tenido que irse a Manises por las necesidades de los bebés nos han arropado esta noche. Gracias de corazón.

Paquito López y Bea Castellote, sus cuñados, han vivido esta semana en el siglo XIX. Martes y miércoles con velas y sin lavarse hasta el viernes, acarreando agua de los tanques dispuestos en las calles cuando el Ayuntamiento pudo disponerlos. Los críos seguirán sin cole, por lo menos hasta mediados de mes, y volvieron a jugar estos días como antaño sin internet ni móviles.

Paquito ha pasado la semana retirando barro. La tierra mojada, contaminada por las reses y las mascotas muertas, es ahora un peligro que infecta las heridas, pero la enfermera Regina no pierde la sonrisa y nos entresaca una historia conmovedora de un padre y un hijo unidos tras varios días sin saber nada el uno del otro en medio del caos.

      
             
      

En la plaza del pueblo de Chiva, limpia de restos, buscamos el Ayuntamiento con olor a carne guisada riquísimamente gracias a la Cofradía del Toro Enmaromado, la asociación taurina del pueblo famosa en toda España. Ellos cuecen caldereta, un guiso a fuego lento con ternera y verduras para muchísima gente. La reparten para todo el mundo que lo necesite y colaboran muchísimos voluntarios.

En la plaza está un pelirrojo de treinta y tantos, viticultor y apicultor, al que nada de esto le pilla por sorpresa. Se llama Héctor y afirma que se lo había advertido su abuela, que había vivido la riada del 1957. "Hay que vigilar el barranco que la cosa viene por ahí". Lo mismo pasó en el 1984 y el 1996. Después nos topamos con el Concejal Miguel Olmo, que nos explica cómo comenzó todo con un testimonio impresionante.

Desde entonces se han dispuesto habitaciones de hotel para alojar a los desahuciados por el agua. Hoy se abre un barracón grande también para proporcionarles techo. La corriente ha arrancado las fachadas de las casas que tenían los muros de carga en el pretil del río que normalmente es un arroyo seco. En el casco viejo, los habitantes echan de menos a Mari Luz, pero las miradas de todos van a las urbanizaciones con 17.000 habitantes y al polígono industrial.

      
             
      

Al volver del polígono al pueblo nos extrañan cadenas en las puertas de las casas afectadas y no derruidas. Paquito y Javier Tarín, que lo sabe todo de toros y cuyas casas también se ha inundado, nos hablan con pesar de los saqueos. ¿Cómo es posible que dejes tu casa en esta emergencia y te abran los cajones? En mitad de la generosidad hay cosas verdaderamente inexplicables, pero por encima de todo se alzan los corazones de hombres y mujeres que han hecho un alto en el trabajo de desescombro para entonar el himno de Valencia.