Cristina L. Schlichting: "Pablo Iglesias y Junqueras hablaron de crear una República plurinacional"

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Pocas cosas más siniestras que la reunión de ayer en el cárcel de Oriol Junqueras y Pablo Iglesias. Es difícil elegir entre esa cita y la de José Luis Rodríguez Zapatero y el terrorista Otegi la semana anterior. Menudo pícnic. Si a alguien se le ocurre juzgar nuestra democracia por las apariencias, verdaderamente vamos a salir malparados.

Creíamos que el preso de Lledoners y el dirigente de Podemos iban a hablar de presupuestos, porque es lo que tocaba, pero qué verdad es que los españoles perdemos de vista el largo plazo. Estamos tan preocupados por las cuentas (con razón, porque Europa también lo está y por eso nos ha mandado una cartita pidiéndonos más datos sobre la reducción del déficit) que se nos olvida que ni Pablo Iglesias ni Oriol Junqueras juegan a corto.

El del golpe contra la democracia, el preso preventivo, está ahora en fase Nelson Mandela. Cree que está en la cárcel porque en España hay apartheid. Por eso sus artículos en El Nacional.cat son análisis de los evangelios y de las cartas de San Pablo, como el de esta semana, que es para leerlo. Mandela procuró un proyecto justo para todos los sudafricanos, blancos y negros, un proyecto de unidad, mientras que Junqueras propone la ruptura entre españoles y el enfrentamiento en Cataluña entre los suyos y los demás. Romper lo que hay, que no le gusta, y arriesgar el futuro. Y Pablo Iglesias, que ya tiene buena casa y custodia policial, y que se siente vicepresidente, no tiene más prisa inmediata que permanecer y aprovechar el poder creciente para convencer a la sociedad de la revolución popular. No en vano me dijo a mí a la cara en TRECE que la Unión Soviética no había estado tan mal.

Ayer se vieron en la prisión de Lledoners y, cuando salió Pablo Iglesias, pusieron la pelota de los presupuestos en el tejado de Pedro Sánchez, al que piden un gesto con los presos independentistas. Y vamos los demás y respiramos diciéndonos “Bueno, a eso no va a llegar el presidente, a Borrell le daría un infarto”.

Somos más bobos que bobos. Porque lo gordo de lo que se habló ayer no son los presupuestos, para nada. Los presupuestos son sólo propaganda para Sánchez. Si se aprueban, porque van a ser un riego de dinero para muchos grupos necesitados que van a votarlo a partir de ahora: jóvenes con salario mínimo, parados mayores de 52 años, personas con dependencia, pensionistas. Y, si no se aprueban, porque le ayudarán en las elecciones bajo el leitmotiv: “Votadme porque mirad lo que intenté y no me dejó la derecha”.

No. Lo que ayer hilvanó la conversación en la cárcel de Lledoners lo tenemos ante los ojos y es mucho más rupturista que los presupuestos de Sánchez y Podemos.

Basta mirar con algo de calma y pensar en el largo plazo. Tanto Oriol Junqueras como Pablo Iglesias son republicanos. Los dos son de extrema izquierda y ambos “pasan” del mapa de España. Así que no hay que especular mucho para concluir que Oriol Junqueras y Pablo Iglesias han hablado ayer de una federación de estados republicanos. Es decir, de terminar con el proyecto de la transición y con la monarquía parlamentaria.

No me preocuparía en absoluto si se tratase de una reunión privada de hippies nostálgicos de los Balcanes y la URSS. Pero es que Pablo es el principal socio del Gobierno de España y Oriol es el cabecilla encarcelado de un intento de golpe de estado. Además, el uno tiene cinco millones de votos a sus espaldas y el segundo es el jefe del partido independentista más votado en Cataluña.

¿Qué puede ofrecer Pablo Iglesias a Junqueras a cambio de que apoye los presupuestos y, por ende, continúe sosteniendo al Ejecutivo? Nada significativo en las cuentas, que ya han sido firmadas por Podemos y PSOE. Tampoco una decisión de los jueces, que no le compete. ¿Qué le ha ofrecido entonces? Política, eso le ha ofrecido. Justo lo que pide Esquerra. El relato de un camino común hacia una España republicana federal con espacio para diversas naciones.

Ayer no se reunieron un líder de extrema izquierda y un independentista, o no solo. Ayer se reunieron los dos que quieren encabezar el desmantelamiento del estado español nacido de la transición.

¿Y qué pinta Pedro Sánchez en todo esto? Ésa es la pregunta clave para España y a la que nadie puede contestar. Ni los de su partido, ni sus adversarios ni, si me apuran, su psicólogo. Porque el único que sabe de su grado de ambición es él.

Yo, qué quiere, me quedo con un verdadero proyecto de unidad, a corto y largo plazo, con el realismo de lo que ya existe. Lo contante y sonante. Lo de otro más integrador.

En efecto, ayer en los premios Princesa de Asturias, Don Felipe VI hizo exactamente lo que había hecho hace un año. No dividió entre catalanes de primera y catalanes de segunda. Sencillamente dijo que, en un lugar donde hay pensamientos distintos, hay un canal para proponerlos, que se llama Constitución y ley. Si tú no crees en España, puedes plantearlo, pero si no tienes los 7 millones de personas a tus espaldas, tendrás que negociar y aguantarte. Y todo lo demás es violencia. Y todo lo demás es exceso y es fuerza. Por mucho que hables de las cartas de San Pablo.

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