Cristina L. Schlichting: "Putin ha decidido que el sueño de la Europa unida no es el suyo"

¡Muy buenos días, España! Que ya estamos aquí. Bienvenido a tu programa de Fin de Semana, bienvenido a lo cotidiano, bienvenido oficialmente al comienzo de curso.

Oye, que cuando sonó el despertador, en mitad de la noche, casi me caigo de la cama del susto! Me he ido a la cocina, tanteando en la oscuridad, a ver si me hacía un té que me recuperase para el mundo y casi me ahogo pensando en la M-30 de Madrid, en buscar el maquillaje para parecer un ser humano y en buscar una ropa que me haga parecer respetable a los ojos de Carmen Lomana, que vendrá puntualmente a las doce.

Y hete aquí, que en la mesa de la cocina, me topo con lo que el Papa Francisco, ese tipo original, les ha dicho a los cardenales esta semana, entre ellos a los españoles. “¿Cómo va -dice- nuestra capacidad de sorprendernos? ¿Somos capaces de sorprendernos, de vivir el estupor?”. Oye, en mitad de la luz tenue de la cocina, con un amanecer de dedos rosados en la ventana, se me ha puesto cara de boba y he caído en la cuenta de que nada, nada de lo que pasa se puede dar por garantizado. Que tú, querido amigo, y yo tal vez no nos encontremos hoy aquí por simple casualidad, en esta sorpresa de hacer un trozo del camino juntos en la mañana del Fin de Semana de COPE. Que tal vez este volver al trabajo y al cole y al turno de trabajo y a los despertadores merezca una mirada, efectivamente, de asombro.

De repente, el aburrimiento por la rutina, y el temor al esfuerzo y hasta el miedo, han cambiado de cara. De repente me he dado cuenta de que esto es una aventura. La vida es una aventura.

Porque hay dos posibilidades. O bien somos creados por amor o bien existimos por cualquier otra causa, lo que nos convertiría en lo más desesperado que se podría encontrar en el universo. Este es el fondo de la cuestión, el interrogante que constituye la naturaleza humana. En realidad no hay otro de este tamaño, de esta magnitud. Y se refiere a la vida y la muerte, pero tiene su eco en cada momento de la vida, también en la primera madrugada en la que te levantas a trabajar en septiembre, o conduces de vuelta del pueblo con los niños, o los llevas al cole o escuchas tu programa de radio. O todo o nada, mi querido amigo. O todo o nada. En esta polaridad estamos todos, incluso aquellos que no pueden percibirlo. Y en cada momento, en cada paso, podemos decidir si nos adherimos a este deseo amoroso de crearnos… o a la nada.

Bienvenido, querido, querida. Bienvenido a la aventura de vivir. A este programa tuyo de Fin de Semana que nace de nuevo con el deseo de que despertemos juntos al asombro de estar vivos y descubrir la realidad.

Y el primer asombro nos lo dan las noticias del día, que de verdad, otra vez, a mis cincuenta pasados, me dejan a-lu-ci-na-da. Hoy se celebra, en Moscú, es el funeral de Mijaíl Gorbachov, quizá el ruso más conocido del siglo XX. Los más jóvenes lo mismo no sabéis quién era, pero cambió el mundo en el que vivimos. Todavía conservo el estremecimiento de cuando, a los 24 años, trabajando en ABC, me llegó un teletipo arrugado con una frase escueta en inglés “The wall has fallen”. Que llegó mi jefe, Alfredo Semprún, que se puso de los nervios al entender la gravedad del asunto, a repetirme que tradujese una y otra vez. “El muro ha caído”. Había un muro, efectivamente, que partía Europa por la mitad. Y los que intentaban cruzarlo, morían a tiros. Y las familias estaban partidas. Y por culpa del comunismo y el capitalismo nuestro continente estaba partido por la mitad. La gente se cansó y empezó a rebelarse de forma pacífica. En Polonia, en Checoslovaquia, en Hungría, en la antigua RDA, la Alemania comunista. Y este hombre que hoy está en su féretro pudo impedirlo. Pudo volver al tiempo de la sangre y del hierro. Y se negó. Se dio cuenta de que no merecía la pena. Que la gente tenía derecho a viajar libremente -que no se podía-, a comerciar libremente -que no se podía tampoco-, a pensar libremente. Y gracias, entre otros, a Mijaíl Gorbachov Europa tiró el muro y se lanzó a una vida en común.

Bueno, hoy es el funeral de Gorbachov, 91 años de una vida fecunda y cumplida, y cabría pensar que es el momento del homenaje y las gracias y de alegrarse. Pues no. Ha dicho Vladímir Putin, el actual jefe ruso, que él no va al funeral. Al desprecio del gesto se suma el motivo esgrimido. Que no tiene tiempo porque no se lo permite su agenda de trabajo.

¿Estamos locos? Sí, sí. Estamos locos. El gesto contiene muchísimo desprecio y además nos afecta a ti y a mí en este comienzo de curso de 2022.

Porque Putin ha decidido que el sueño de la Europa unida, los proyectos comunes, el camino en paz, no es el suyo. Que el suyo es el mito de la Rusia imperial y soviética. La gran superpotencia de la guerra fría. Y eso explica no sólo la invasión de Ucrania, sino que, apenas 30 años después de la caída del muro de Berlín, estamos otra vez en el mundo de bloques. Te digo de verdad que los seres humanos somos tremendos. Otra vez la guerra fría, que no es una guerra de bombas nucleares, pero que es casi peor, con luchas de poder por todo el globo, guerra energética y de recursos y un invierno de escasez que se nos va a echar encima a todos.

Ayer el G7, la cumbre de países más poderosos del mundo ha anunciado que pone un tope a los precios rusos del petróleo. La medida busca, por un lado, contribuir a parar la inflación de precios que nos está afectando a todos pero, además, quitar a Putin ingresos para financiar su guerra en Ucrania. Al anuncio de Alemania y Francia y Estados Unidos contestó Rusia suspendiendo indefinidamente el suministro de gas por el gasoducto Nord Stream 1. Moscú ha dicho que había una avería en el sistema, pero Berlín ha respondido que no les toma por sorpresa, que sabían que esto iba a pasar y que las justificaciones técnicas con excusas.

Ahí lo tenemos. 32 años después de la caída del muro de berlín, el día del funeral de Gorbachov, el certificado de que estamos otra vez como al principio. Con las consecuencias para tu calefacción, tu bolsillo y tu vida que analizaremos aquí enseguida.