Si eres periodista, en particular reportero de información internacional, los misioneros te acompañan en el camino. Te los topas en los cuatro puntos cardinales. Yo podría trazar un mapamundi poniendo sobre cada país del globo el rostro de un misionero. En la guerra civil de Albania conocí a la franciscana Caterina; en Argel, a las agustinas misioneras, las de Cari y Ester, asesinadas por los islamistas; en Calcuta, a las monjas de madre Teresa… en plena guerra, en mitad de una epidemia, en las hambrunas, da igual, donde ya no queda un organismo internacional, cuando han huido hasta las ONGs, siempre hay un misionero.
Hay 12.000 misioneros españoles. Hoy que es el Domingo Mundial de las Misiones, el DOMUND, me gustaría contarte la historia de mi amigo Ignacio. Corrían los años 90 y yo quería hacer un reportaje sobre los tuaregs y, con muchas dificultades en la línea, llamé al centro de formación profesional que los hermanos de La Salle tienen en Niamey, la capital de Níger. Aquella conversación fue de Gila.
-Brrr, bip, brmmm, bip, bip, bip ¿Oiga, está Ignacio García? –Soy yo ¿en qué puedo ayudarte? –Hola, mire, soy una periodista española y necesito hablar con alguien que conozca la zona bien –Bueno, yo creo que puedo ayudarle -¿Cuánto tiempo lleva en Níger? -Unos… treinta años (Treinta años… esta gente cuenta las estancias por décadas) -Yo quería ir al norte, hacia territorio tuareg ¿Es peligroso? -¡Oh no, no, ya no! Se sube acompañando a los convoyes militares y la vida ya no peligra como antes, estamos bien -¿Pero hay ataques? -Bueno, pero cómo mucho te quitan el jeep (Insisto, son gente especial) -Hermano ¿Qué me dice del clima? –Ahora es muy bueno –¿Qué temperatura hace? –Ahora sólo 45 ó 46 grados (Empecé a sudar). Me pareció un diálogo surrealista.
Asombrada por el optimismo imbatible de aquel hombre, comí con él cuando visitó España. Comimos setas. En los momentos importantes de la vida se te quedan grabadas las coas más raras. Ignacio era un hombre de metro setenta, 55 años, muy delgado, sencillo, divertido. Era el menor de nueve hermanos y de niño había sido monaguillo en su pueblo, Pedrosa del Río Urbel, que tiene 260 habitantes censados. Cuando tenía 13 años, un religioso de La Salle habló en su escuela y pidió vocaciones. Él levantó la mano. “No sé por qué lo hice –me confesó- es un misterio. Luego, con el tiempo, fui desbrozando la llamada (dijo desbrozando, fíjate qué bonita palabra). Fui eligiendo esto día, a día, porque esto es día a día ¿sabe? Como el matrimonio”. Ignacio tenía una forma natural y campesina de exponer las cosas.
Ocho años más tarde, metida ya en las lides de la radio en Cope, un titular me golpeó el alma: “Asesinado a machetazos un misionero burgalés en Burkina Faso”. No quería creerlo y, además -me agarré a un clavo ardiendo- no era el mismo país. Comprobé los datos, el nombre coincidía, Ignacio García Alonso. La letra pequeña explicaba que se había trasladado de Níger a Burkina Faso, que estaba dirigiendo una escuela y un plan de formación agrícola para jóvenes. Era él. Ignacio había tenido que expulsar a un chico que había robado varias veces. Se sospechaba que alguien de su familia se había vengado. También se precisaba que el cuerpo estaba desfigurado y el cráneo, destruido. Me vinieron a la memoria las palabras que me había dicho:
“Yo estoy donde Cristo me pide que esté. Con sus fuerzas, claro, porque si no, me resultaría imposible”.
Enterraron a mi amigo Ignacio en un cementerio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en África. Cada vez que escribo del Domund se me agolpan los recuerdos. Pieso que quizá no mataron a Ignacio. Tal vez, sencillamente, se le pidió la vida por África y él la dio, tan llanamente como hablaba. Tan sencillamente como se comía unas setas.
Hoy es el día de ayudarlos a todos. Los de La Salle, las Agustinas Misioneras, las de la Caridad, nuestros misioneras y misioneras del mundo entero. La joya de España. Echa unos euros en la hucha. Deja algo en tu parroquia. Haz una donación a las Obras Misionales Pontificias. En memoria de Ignacio. En ayuda de los mejores de entre nosotros.