Joaquín Echeverría: "No albergo rabia alguna hacia los asesinos de mi hijo"

Ignacio Echeverría Miralles de Imperial fue asesinado en Londres en 2017 en los atentados que tuvieron lugar allí y ahora su padre cuenta cómo fue su hijo

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Joaquín Echeverría: “Ignacio era una persona de convicciones firmes, no se dejaba llevar por las modas”

Cristina L. SchlichtingMiguel Soria

Publicado el - Actualizado

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Cristina ha hablado con Joaquín Echeverría, padre de Ignacio Echeverría Miralles de Imperial, quien fue asesinado en Londres en 2017 por terroristas. Joaquín explica, que con el libro que ha escrito y que se titula “Así era mi hijo Ignacio. El héroe del monopatín”, ha intentado, “de algún modo, hacer un homenaje a la bondad: lo que destacaba en él es que era bueno y, como pienso que hay mucha gente buena ,vale la pena hablar de la actualidad que no sea por motivos malos”.

¿Cómo es la vida cuando haces frente a algo así, la pérdida de un hijo? Joaquín se muestra muy realista? “Las cosas vienen sin que uno las elija y, una vez que ocurren, hay que pararse a pensar por qué ha ocurrido y qué importancia tienen”, explica, y añade que “su muerte para nosotros es dolorosa”, pero “ahora me genera más emoción que dolor”. En todo caso asegura que, “haciendo balance, su muerte ha sido buena porque pienso que puede servir para hace reflexionar a mucha gente sobre la actitud que hay que tomar en la vida ante ciertas circunstancias y que puede ser una reflexión positiva para mucha gente. Ha sido bueno y, como tal, lo tomo y, como tal, intento recogerlo en este libro”.

Joaquín reconoce que en la familia se acuerdan “aún más” de él que cuando estaba vivo, “y eso que hablábamos todos los días”, y cree que “todos, en la medida de nuestras capacidades, asumimos que ocurrió lo que él eligió que ocurriera, y estamos contentos de su capacidad de elección y de que ésta fuera la correcta”.

Pero, ¿cómo era Ignacio Echeverría Miralles de Imperial? Su padre asegura que, cuando pensó en escribir este libre, “pretendía recoger en él era cómo era, evitando que quedase una imagen distinta magnificada. Era una persona sencilla, complemente corriente, llena de ilusión, con mucha ganas de hacer las cosas bien en todos los órdenes de la vida. Él quería patinar bien, no era el mejor patinador y lo sabía, pero seguía esforzándose. No le molestaba que otros patinasen mejor, le gustaba. Pone de su parte lo que puede y es inasequible a admitir cosas que considera inaceptables. Se aparta de lo que lo sea, sean compañías o sean prácticas laborables”.

Sobre esto, no tiene problemas en reconocer que el 'héroe del monopatín' “era una persona muy tímida, se defendía muy mal en las entrevistas de trabajo o eso creo, pero era firme cuando estaba en una situación que desbordaba sus capacidades de comprensión y no era capaz de asumir”.

Ignacio llega a repetir curso por un enfrentamiento con una profesora, y Joaquín detalle que lo hizo “porque considera que les da dogma en lugar de teoría del Derecho, o él opinaba que les daba dogma, a lo mejor si hubiera sido más brillante o supiera mejor francés, quizás no habría suspendido. No hay que pensar que toda la carga de la razón pesa en uno, pero sí que si no se hubiera quejado de lo que creía que era un atropello, no habría suspendido. Se habría ahorrado la depresión o sensación de fracaso que tuvo al ver que repetía. Probablemente, de cualquier manera, haciendo virtud de los problemas, sin ese fracaso no habría sido tan bueno como era. Él hace virtud de los problemas y se levanta, y eso le define”.

Y hablamos de convicciones, las cuales no le faltaban a Ignacio: “Era muy firmes”, detalla Joaquín: “No se podía poner a la moda o las tendencias dominantes en cada momento. Eso muchas veces mucha gente lo interpreta como un defecto, yo como una característica”. Y, relacionado con eso, la fe: “Siempre fue a Misa desde pequeño y le gustaba mucho cantar en ella. Estaba en su educación y en la de todos mis hijos, aunque yo no soy un modelo de católico y ni siquiera de fe, pero él fue educado así y usó su fe para ayudarse a superar cada situación incómoda que tuvo”.

Nuestro héroe llegó a tener un proyecto de familia con una chica concreta, pero Joaquín reconoce su 'parte de culpa': “Tengo la manía de casar a todo el mundo, soy casamentero y tengo la opinión de que se está mejor en buena compañía que solo. Ignacio tuvo sus fracasos amorosos y sus rechazos, pero cuando falleció tenía una relación de amistad en el entorno de mi hija Isabel y, en ese entorno de amistad, yo hice de casamentero y esa mujer, tras morir Ignacio, me dijo que estaba decidida a hacer su futuro con él. Supongo que esa chica está bien y que no habrá sufrido mucho, tengo la impresión de que, aunque me dijo eso, me lo diría para hacerme la ilusión de que lo que yo quería que ocurrir, podría haber ocurrido”.

Cuando sabemos que Ignacio interviene en esa pelea, no nos sorprende y tenemos la esperanza de que esté vivo”, retoma Joaquín, que añade que, “en ese momento, pienso que sintió que tenía que hacer eso porque no hubiera quedado contento de no hacerlo. Quiero que mis hijos sean felices aunque su vida acabe”.

¿Qué ha pasado con sus cosas, las guardan? Su padre relata que “vivía en un adosado pequeño en Londres, levantamos lo que había, la vaciamos, sobre todo las fotografías de sus sobrinos. Intentamos no hacer un altar de lo que tuviera, fuimos distribuyendo todo. Algunas cosas se las llevaron amigos. Tenía una vivienda en propiedad en Las Rozas, por desgracia la hemos heredado nosotros, me hubiera gustado que la heredase uno de mis nietos, pero no hubo caso. La casa de Comillas que no llegó a comprar la compró una de mis sobrinas. Aunque tenemos cosas suyas atrasadas en todas partes de la casa o de las casas de la familia, intentamos que eso no sea un altar de recuerdos, sino un recuerdo y nos gusta acordarnos de él”.

Por desgracia, dos de sus amigos fueron durísimamente criticados en redes sociales, algo que Joaquín critica abiertamente: “Cuando uno habla a bote pronto y deprisa, muchas veces somos muy inconscientes y podemos decir cosas que pueden ofender. El echarle la culpa a unos chicos de que no hubieran salvado del la muerte a una persona que muere es vil y hubo personas que lo hicieron. Me dolió profundísimamente. La muerte de Ignacio la tenía asumida pero el maltrato a unas personas que se habían portado bien me duele muchísimo”.

Echeverrría detalla que en su familia intentan “educar personas críticas, personas con criterio que no den nunca la razón porque sí. No tengo ninguna autoridad especial, se me respeta como una persona másEl mismo respeto merece una persona de 83 años que un niño de 3. Otra cosa es la experiencia de cada uno. En mi vida Ignacio me ha hecho pensar, soy una persona más bien extremista en todas mis tendencias y, probablemente, me ha obligado a ser algo más reflexivo en mi forma de comportarme. Tengo mis faltas y mis defectos e intento superarlos con mayor consciencia de lo que pudiera hacerlo antes”.

Joaquín cierra con la misma paz y tranquilidad ejemplar con la que ha empezado: “No tengo ninguna rabia hacia los asesinos, para mí no son nada. No hay nada que perdonar, los tendrá que perdonar Dios si se arrepintieron, yo no tengo nada que perdonar”.

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