Los romanos ya celebraban los cumpleaños (y, por supuesto, por todo lo alto)
Paco Álvarez, historiador y escritor, vuelve a Fin de Semana con Cristina para explicarnos por qué vamos de modernos pero somos mucho más clásicos de lo que pensamos
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Casi no hemos cambiado desde los tiempos de la Roma antigua, eso es lo que piensa Paco Álvarez, autor de “Romanos de Aquí”, que vuelve a Fin de Semana con Cristina, hoy para hablarnos de fiestas porque, atención, “los romanos celebraban los cumpleaños”: “Ya lo creo. Los que podían y sabían cuándo habían nacido celebraban ‘fiestuquis’ de cumpleaños, con tarta y todo”.
¿Pero fiestas de cumpleaños como las nuestras? “Bueno, todo era bastante parecido”, relata Paco, que detalla que “las tartas suelen ser redondas, dicen, porque originalmente simbolizaban la luna y se las ofrecía a la diosa Diana, la Diosa de la caza y la naturaleza en sus fiestas, que se celebraban en la luna llena de Agosto. Lo de las velas es tan, pero tan antiguo, que se pedía el deseo y se soplaban las velas después para que con el humo subiera el deseo hasta oídos de la Diosa”. “En las fiestas de cumpleaños había regalitos, banquetes y aunque no sabemos si se deseaban mutuamente felix dies natalis, es decir, feliz cumpleaños, desde luego era el motivo familiar más importante, después de las maternalia, el día de la madre, para celebrar todos juntos”, añade.
En cuanto a las fiestas, no sabía si había piñata, pero “les daban regalos tipo chuches a los peques de la casa. Los regalos para los mayores eran más caros. Juvenal habla de joyas, sombrillas y ámbar como obsequios típicos para ellas, y Marcial, de Calatayud, propone togas o ropa militar como regalazos para ellos. Las fiestas de cumpleaños podían tener entretenimiento contratado. No sabíamos si había payaso para los peques, pero desde luego había bailarinas e incluso cantantes para amenizar la jornada. También sabemos que se escribían invitaciones a tales fiestas de cumpleaños por las conservadas, como la de Claudia Severa, una romana que vivía en Vindolandia, un fuerte en la muralla de Adriano, al norte de Inglaterra, que se parece mucho a las modernas. En la carta conservada se lee: ‘Claudia Severa saluda a su Lepidina. Para el 11 de septiembre, hermana, el día de celebración de mi cumpleaños, te envío una cálida invitación para asegurarme de que vendrás con nosotros, para hacerme más placentero el día con tu llegada, si vienes. Dale recuerdos a tu Cerial. Mi Elio y mi hijito te envían sus saludos. Te esperaré, hermana. Adiós, mi queridísimo corazón; espero que te vaya bien y te saludo’. No sabemos si Lepidina fue a la fiesta, pero seguro que estuvo bien”.
Y, yendo más allá, Álvarez nos descubre que los romanos no fueron los primeros en celebrar los cumpleaños: “Qué va, como en casi todo, lo que nos ha llegado es la versión romana de la costumbre, pero los egipcios ya celebraban el cumple del faraón y los griegos el de los varones. Fueron los romanos los primeros en celebrar igualmente el de ellas y el de ellos. Parece incluso que había quien se quitaba años en cada cumple. Se cuenta la anécdota de Cicerón y una señora en el siglo I antes de Cristo, que fue preguntada en su banquete por su edad y cuando ella contestó, los invitados no se creyeron la edad que la señora había dicho, pues aparentaba unos cuantos más. Entonces, como no la creían, ella insistió ‘preguntadle a Cicerón, que sabéis que no miente nunca’. Cicerón contestó: ‘Es cierto lo que la dama dice, pues no es la primera vez que lo hace: os aseguro que desde que la conozco, hace años, siempre ha dicho la misma cifra’”.
Celebrar cumpleaños debería implicar saber cuándo habías nacido, pero tampoco… como explica Paco: “Pues más bien no. Pero si no sabías cuándo era tu cumpleaños, había un día, el 15 de marzo, dedicado a la diosa Anna Perenna, de donde viene perenne, que perdura, y ese día podías celebrarlo tal cual como si fuera tu cumple”.