Pepe Rodríguez: “En 2008 me acostaba sin saber qué iba a ser de nuestro restaurante al día siguiente”
El famoso chef pasa por Fin de Semana con Cristina para contar cómo fueron sus inicios y el secreto del éxito de MasterChef
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Hay pocos nombres (o apellidos) que estén directamente asociados a algo. En el cine tenemos Spielberg, Nolan o Tarantino. En música tenemos Beyoncé, Bryan Adams o Bruce Springsteen. Y en cocina basta solo con el nombre: Pepe. Tú dices 'Pepe' y casi cualquiera (siempre que no haya vivido bajo una piedra los últimos años) sabe perfectamente a quién te refieres.
Su paso por MasterChef no le dio la fama, él ya la tenía, pero desde luego supuso otro empujoncito. Y Pepe, a pesar de toda esa fama, no cambia, él sigue siendo tan cercano como siempre y muestras de ello da en Fin de Semana con Cristina, donde cuenta que “mi madre cuando abrió el restaurante no sabía ni freír un huevo. Pero mi abuela y una hermana suya sí sabían. Por circunstancias de la vida mi madre decidió reabrir el restaurante que habían cerrado en Cuba y así hemos salido tres hermanos, se dejó la piel por salvar el mesón y ahí estoy yo. Si uno quiere y tiene constancia, con mucho trabajo y esfuerzo se puede llegar”.
Pepe reconoce que, en su caso, no había una vocación cocinera: “Desde niño quise ser futbolista y cantante, y tuve maneras, pero sin saber qué hacía me metí en el restaurante familiar, dejé los estudios y empecé de camarero, feliz. Por esas cosas de la vida me quedé allí y a mis hijos les digo 'sitúate donde te guste y al final aparecerá un camino, lo importante es andarlo'. Lo que sí tienes que tener claro es tener ilusión por algo, eso te da salidas”.
El chef se subió a la alta cocina “por casualidad”: “En el restaurante apareció un folleto sobre la alta cocina, en él estaba un tal Martín Berasategui, y allí me apunté yo, entre lo mejor de Europa. Vi aquello y pensé 'esto es lo que se puede hacer con la comida, esto lo quiero yo, qué burrada y qué mundo he descubierto', luego me junté con esos personajes y me metieron en vena la creatividad y eso me llevó a donde estoy ahora y sigo con la misma ilusión que cuando tenía 22 años”.
Ahora que vamos a afrontar una crisis tremenda, recuerda la de 2008: “Mi hermano y yo estuvimos varios meses sin cobrar. Todo se vivía de la construcción y cayó como un castillo de naipes, no sabíamos por dónde tirar con el restaurante. Y ahora que tenemos esta por delante a mí me ha hecho ser más cauto para sabe que todo hay que medirlo, que hoy estás arriba pero mañana no y haces las cosas más lentamente, midiendo el dinero. Eso es un negocio, pero sí, 2008 a 2011 no se lo deseo a nadie, acostarte con incertidumbre sin poder dormir”.
Imposible no hablar de MasterChef, un programa del que no deja de decir maravillas: “No puedo hacer otra cosa que no sea dar gracias por ese programa. La clave de su éxito es el formato, muy bueno en sí, además tiene un equipazo que se deja la piel. Estamos arropados por 200 personas detrás que son los que realmente hacen televisión, conocen lo que es el entretenimiento. Nos dirigen y cada uno imprime su personalidad, una ensalada llena de pequeños detalles. Parece que a veces se les va de las manos pero al final queda bien, no pierden el pulso y traen a los mejores. Un espectáculo en el que nos reímos, vemos a Carmen Lomana cocinando y nosotros la liamos por aquí y por allí, se crean sinergias maravillosas y nunca con nada chabacano, y eso el espectador lo detecta. Si no fuera así dirían 'señores, adiós y buenas tardes', pero no ocurre”.