'Herrera en COPE'
Un superviviente del Holocausto: “Vi tanta muerte que no me emocionó ver morir a mi madre”
Siegfried Meir tiene ahora 84 años pero aún se sorprende de cómo su 'increíble' destino le ayudó a sobrevivir al Holocausto nazi
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Siegfried nació en el 34 en Frankfurt en el seno de una familia judía. Llegó a Auschwitz con tan solo 9 años. Sus padres fueron separados nada más llegar al campo de concentración nazi situado en los territorios polacos ocupados durante la Segunda Guerra Mundial. Esa fue la última vez que vio la cara a su padre. Él se quedó con su madre. “Yo no entendía nada, pero como niño que era me adaptaba a lo que iba pasando. Si me decían que me escondiera, me lo tomaba como un juego”, relata en 'Herrera en COPE'.
Dos meses después de llegar al campo su madre falleció de tifus. “Estaba presente cuando murió. En la barraca donde estábamos había dos chicas que me cogieron simpatía. Me dijeron que para evitar que mi madre sufriera y que la llevaran a la cámara de gas, le iban a poner una inyección de aire. Había visto tantas muertes que no me emocionó ver morir a mi madre. Ahora tengo muchos remordimientos por no llorar”, lamenta.
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Pasaron los días y Siegfried también contrajo el tifus. Y aquí otra de las 'fortunas' de su vida. Fue el 'asesino' doctor Josef Mengele el que le curó. “No entiendo el motivo por el que lo hizo, me metió en la barraca de los gemelos y ahí me curaron. Es una de las cosas incompresibles de mi vida. Después de Auschwitz no creo en Dios, pero sí en mi destino, que me salvó varias veces. Creo que el tener los ojos azules, el pelo rubio y que hablara alemán, también me ha ayudado".
Asegura Siegfried, que Mengele “no era como de los demás nazis, siempre gritando y furiosos, era bastante atractivo, amable y nunca levantaba la voz, para mi era como un doctor”.
Tras ser curado, le pasaron al campo de los hombres – hasta entonces estaba en las barracas de las mujeres-. “Elegí irme a la barraca de los rusos, me gustaba su coraje”, explica.
En el día a día, cuenta que solo “pensaba en sobrevivir". “Cuando ves a alguien morir por una razón que no entiendes, solo alcanzas a esconderte de los nazis e intentar comer lo máximo posible para no fallecer de hambre”.
Con el tiempo, Siegfried Meir fue trasladado a Mauthausen, un grupo de campos de concentración nazis situados en torno a la pequeña localidad de Mauthausen en Austria. Allí conoció a un futbolista español republicano, Saturnino Navazo que estaba en el barracón de los españoles. Y ahí, otra de las 'irrealidades' de su vida. “Saturnino me acogió por una orden del jefe del campo -un tipo asqueroso con perros adiestrados para matar a deportados- que un día me vio gritando porque no quería cortarme el pelo. Me dijo que ya no me iba a pasar nada y me confió a la barraca de Saturnino. El jefe nazi le dijo que yo era responsabilidad suya". Recuerda además que ese 'loco nazi le permitía pasearse con total libertad por el campo. "Son cosas que nunca me he explicado”.
Siegfrief recuerda con mucho mucho cariño a Navazo. “Ha sido un motor en mi vida. Cuando llegó el día de la liberación del campo, le supliqué irme con él. Saturnino no podía volver a España por Franco, pero le habían aceptado en Francia por haber luchado con los franceses.... Tras muchos lamentos accedió, pero mi dijo que la única manera de salir de allí con él, era diciendo que era su hijo. A partir de entonces mi nombre fue Luis Navazo”.
“Cuando llegamos a París yo no quería saber nada de Alemania. El alemán lo borré de mi memoria, es la única secuela que me queda. Cuando escucho hablar en alemán, me molesta, es algo que no puedo explicar”.
En Francia hizo carrera en la música, “no llegué a ser número uno, pero tenía mucho éxito cantando en francés”. Pero la llegada de los 'yeyés', que no era su estilo, le apartó de la música. Su destino le llevó entonces a Ibiza donde con el tiempo se convirtió en empresario de éxito con varios locales.
En 1986 sufrió otro revés, murió “Satur”, como le llamaba cariñosamente. Aún hoy en día le cuesta recordar ese momento sin emocionarse. “Estábamos en contacto todo el tiempo. Su muerte para mi fue un trauma, era la persona que más quería, era mi padre y ya está”, ha contado con la voz entrecortada.
Siegfried Meir, es un auténtico superviviente de una vida que ahora comparte con todo aquel que quiere escucharle en múltiples charlas.