El recuerdo de Antonio Agredano de las siestas de verano en sus 'Crónicas perplejas'
Confiesa el periodista que le "gustan las siestas como le gustaban a Camilo José Cela"
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Mi padre era de siesta japonesa. Se tumbaba bocarriba en el sofá. Entre su moreno y lo canijo parecía una cucarachita harta a raigón. Cerraba los ojos quince minutos y se despertaba de repente dando un brinco y con la batería llena. Yo no he salido a él. A mí me gustan las siestas como le gustaban a Camilo José Cela. Siestas de pijama, padrenuestro y orinal. De esas que te levantas y es más hora de cenar que de merendar. El auténtico yoga ibérico. Siesta de babilla caída sobre el cojín. Esas siestas absolutas en las que se puede derrumbar el mundo, nos pueden conquistar los extraterrestres incluso, y uno ni se entera.