‘Crónicas perplejas’: “Envejecer está bien comparado con rejuvenecerse”

Habla Antonio Agredano sobre el miedo a envejecer

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

Me interesa mucho este último tema que propone Diego. Dentro de dos semanas cumpliré 43 años. Buen licor, pero como edad, las he tenido mejores. Pero lo cierto es que ya no tengo miedo a hacerme viejo. De verdad. Ahora lo que tengo miedo es a hacerme joven. Levantarme una mañana y decir: “En plan”. Todo el rato. Decirles a mis amigos: “¿Salimos en plan comer o en plan tomar algo antes y luego en plan comer?”. O ponerme pantalones con los tobillos al aire. Gorro, plumas, guantes y los tobillitos como los de Pingu.

Hacerse viejo está bien. Me voy adaptando. Contar mis achaques en el centro de salud, que me gusten los caramelos de violeta, ponerme piripi con dos sorbitos de vino, tener ese poder ninja que tienen las señoras para colarse en la cola del Lidl. Yo lo veo como un futuro agradable. Pero ser joven, qué horror. Qué intensidad. Tener que bailar en Tiktok. Imagínate volver ahí. Subrayando apuntes. Con el peso del mundo siempre sobre tus espaldas. Salir de marcha sin ganas sólo porque es sábado y cómo te ibas a quedar con tus padres viendo Noche de Fiesta. Y ahora mira qué felicidad, que son las ocho de la tarde un viernes y ya tienes el braserito puesto, la mantita al lado y un caldito bullendo en la cocina. De la discoteca al Sálvame Deluxe. Del Jägermeister a la sopa de fideos. Qué maravilloso cambio.

Por eso cuando veo a esos amigos míos agarrándose desesperados a la juventud, los compadezco. Se compran motos. Salen “de tardeo”. Tienen citas. Van al cine con las chicas. Y luego esos romances arrebatados que piensas: “Ya no tienes edad para tanto drama”. Hacen el deporte que no hacían cuando tenían veinte. Vuelven a las pachangas. Los traumatólogos no dan abasto, claro. Y encima, como ya casi nunca me uno a sus planes, y me quedo en casita con el batín, viendo reposiciones de Equipo de Investigación, pues me dicen que estoy mayor. Y para convencerme me hablan de las bondades del gintonic. A mí. A mí, que le he pagado la Universidad a media familia Larios.

Envejecer está bien comparado con rejuvenecerse. Todo tiene su edad. 43 años. Una edad perfecta para comprarse unas Skechers, un polar del Decathlon y un pantalón de chándal e irme a pasear los domingos a las ocho de la mañana. Me vas a comparar eso con hacerme selfis en una discoteca de esas a las que van mis colegas, que son unos puretas. Que luego van a sitios llenos de gente joven y parecen los profesores que acompañan a los alumnos de un viaje de fin de curso. Te quieres ir.

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