‘Crónicas perplejas’: “A estas alturas de mi vida, no hay regalo que me ilusione más que un bizum”

Habla Antonio Agredano de los regalos que recibimos a lo largo de nuestra vida y cómo van cambiando con el paso del tiempo

Antonio Agredano

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Habla Antonio Agredano En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

Primero me regalaron unas zapatillas de deporte. Luego me regalaron un chándal. Más tarde un libro llamado ‘Cómo comer sano para siempre’. Cuando se acercaba mi cumpleaños anuncié a todo el mundo que me había puesto a dieta, porque tenía miedo a acabar con una bicicleta estática en medio del dormitorio. O lo que es peor, un pase de seis meses para el gimnasio. Cuánto sufrimiento.

Uno se da cuenta de que se hace viejo por culpa de los regalos. Donde antes había caprichos, detalles inesperados, ilusión; con el paso del tiempo, empieza a recibir cosas que sirven para algo concreto. Yo definiría el lujo como la capacidad para poseer cosas inútiles. Este concepto, la inutilidad, es sin duda uno de los motivos por los que me gustaría ser obscenamente rico. Vivir rodeado de objetos hermosos y absolutamente prescindibles. Las cosas que no sirven para nada son preciosas.

Las cosas que sirven para algo, sin embargo, no tienen el más mínimo interés. Por muy buena calidad que tengan, terminan siendo absorbidas por la rutina y formando parte del decorado vulgar de nuestra existencia. Sartenes, televisiones, epileidis, calcetines, jerséis calentitos, los juegos de toallas… En un puñado de años uno pasa del fin de semana en París al juego de cuchillos. Uno pasa de la camiseta de fútbol de su equipo preferido a las enaguas de la mesa camilla. Si te empiezan a regalar cosas necesarias, yo empezaría a preocuparme.

Ahora, además, a la gente le ha dado por querer cambiar las vidas de los demás. Como todo el mundo se cree más importante de lo que es, se ponen pesaditos con los consejos. Últimamente me han regalado muchos libros de autoayuda. No sé cómo me verán desde fuera, pero cuando te regalan un libro del tipo ‘Conquista tu propia felicidad’ o ‘Domina tus emociones’ o ‘Cómo perder peso fácilmente’, pues normal que uno empiece a inquietarse.

En mi último cumpleaños mi suegra me regaló un lote de cremas antiarrugas. Sonreí y di las gracias. Luego fui al cuarto de baño a mirarme en el espejo. Os juro que ya estoy planeando la venganza. Mira, ya a estas alturas de mi vida, no hay regalo que me ilusione más que un bizum. Habrá cosa más bonita que gastarse los dineros en lo que a uno le apetezca.

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