'Crónicas perplejas': "El fútbol es un vehículo para todas las emociones del mundo"

Habla Antonio Agredano del Mundial de Qatar

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

Mi único consuelo es que de las cuatro selecciones que quedan en el Mundial, tres se van a hinchar de llorar de aquí al domingo. En el fútbol no hay que de ir de digno. Estamos muy mal acostumbrados al “buenismo”. Que si los valores, que si hay que saber ganar, que si hay que ser un caballero en el terreno de juego. Yo creo que las cosas no funcionan así. Que el exceso es parte de este deporte. Que bailar o señalarse el escudo o mandar callar a los rivales o medir mal una falta son ramitas de este árbol enorme y retorcido. Celebrar a gritos o lanzarse a la grada. Da igual. Cómo debe ser marcar un gol, cómo debe ser pasar de ronda en una competición así de exigente, cómo debe ser volver loco a todo un país. Qué sabemos nosotros, qué haríamos sobre la hierba, si es ahora que estamos frente a la televisión en el salón de casa y se nos va a salir el corazón por la boca.

Vivimos tiempos de corrección, de puritanismo, de exquisitez, de mimimimí, se aburren hasta las ovejas. Esta afectación, este decirle a los demás lo que deben hacer, cómo deben comportarse. El fútbol es locura y niñez. Y digo el fútbol como diría otras cosas, como diría la radio, o la música o la amistad. La vida, vaya. Que siempre debería tener algo de nervio, de incorrección, el pulso acelerado, la rabia de estar vivo. Estar vivo, que es un milagro breve. No podemos malgastar nuestro tiempo en agradar a los demás. Prefiero perder con coraje a ganar por pena. Por eso entiendo las alegrías desbordadas e incluso la tristeza sin consuelo. El fútbol es un vehículo para todas las emociones del mundo. El llanto de lo injusto y el incendio del gol. El compañerismo, la rivalidad, el amor y el odio. Liberémonos, aunque sea durante noventa minutos, de las cadenas cotidianas, de las rutinas, del callarse por prudencia, de los silencios como virtud.

Como España ya está fuera, ahora que gane el mejor. O que gane el peor. Me da igual. Que gane el que más luche, el que más sienta, el que más viva esta pasión esférica, este delirio sobre césped. Marruecos, Croacia, Francia o Argentina. Cuatro países que llevan varios días durmiendo intranquilos, fantaseando con un trofeo dorado. Es maravilloso el fútbol porque se parece a la vida en su ritmo, a veces fiero, a veces lento. El fútbol se parece a la vida en lo impredecible, en esa hermosura de lo inesperado. O como dijo Jacinto Benavente: "Si la pasión, si la locura, no pasaran alguna vez por las almas… ¿Qué valdría la vida?".