'Crónicas perplejas': “El mar tiene esa capacidad, la de pausar el ritmo de los días, hacernos sentir únicos”

Habla Antonio Agredano de cruceros

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".

Cuando era joven decía: “Jamás iré a un crucero”. Qué cosa tan hortera, tan excesiva, tan aburrida ahí metido en un barco bebiendo daikiris aguados todo el día. Ahora que tengo cuarenta y cuatro años, digo: “¿Qué bañador me llevo al crucero? ¿Bermuda o turbo?”.

Me muero por ir. Por escuchar canciones de Spandau Ballet rodeado de ingleses enrojecidos y participar en los concursos que proponen los animadores compitiendo ahí con señoras alemanas piripis para ver quien se gana una botella de champán.

Un crucero es lo único que le pido a la vida. Me da igual si es por el Mediterráneo, por el Caribe, por el Nilo o por los afluentes del Tajo. Sólo pienso en tumbonas, brisita, el móvil en el camarote, un libro liviano cerca, y sol y piscina y buffets libres.

Sólo pienso en parar. En alejarme de la tierra. De las preocupaciones. De las rutinas. De los madrugones. Y meterme en un barco sin nada que hacer. Cenando un par de veces al día, desayunando judías y beicon. Bebiendo cócteles. Alternando con el capitán. Practicando mi italiano en la discoteca.

Ojalá preparar mi bolsa de aseo. Meter mi almax, mi b12, mi ibuprofeno y lanzarme al mar a olvidar. El mar tiene esa capacidad, la de pausar el ritmo de los días, la de consolarnos, arroparnos, hacernos sentir únicos.

Y perderme por ahí. Camisas hawaianas, bermudas, brindis en la cubierta, y las olas suavemente golpeando contra el barco. Y la sensación de no tener que dar explicaciones a nadie, ni contestando el teléfono a la primera, ni el ruido de un taladro en el piso de abajo, ni insultar a los conductores desde la moto.

Este verano, protección solar, mojitos y el follow the leader. No sé si es un crucero lo que necesitamos, pero, desde luego, es lo que nos merecemos.

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