‘Crónicas perplejas’: “Nadie concibe el deseo de no estar”

Del paso de la vida y del poder que tiene la tecnología sobre nosotros es de lo que nos habla Antonio Agrdano

Antonio Agredano

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En esta nueva sección veraniega de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente.

Así nos lo cuenta Agredano:

Aún miro los álbumes de fotografías cuando voy a casa de mis padres. Me sigue fascinando el sonido de las páginas al separarse unas de otras. Aunque los he ojeado muchas veces, aun me sorprende su contención. Hay un tiempo pausado detrás de cada una de esas colecciones de instantes. El revelado de las fotos, descartar las que han salido borrosas, seleccionar las más divertidas, pegarlas con cuidado para que no queden torcidas. Cumpleaños infantiles, bailes de fin de curso, veranos en Benalmádena, la Expo 92, una cena con viejos amigos. Un pasado encerrado en un tomo tangible, cierto, visible, apilado en la estantería del salón. Al alcance de nuestras manos.

No es un ejercicio de nostalgia. Es sólo saber que hubo una época para lo físico. La torre de cedés en mi cuarto. La enciclopedia Larousse en el comedor. Las 1080 recetas de Simone Ortega. El transistor de la cocina. La cámara de fotos que te regalaron en la comunión. La película de Dirty Dancing en VHS. Las cartas que nos mandaban nuestros amigos del pueblo tras el verano. Esa correspondencia entusiasta que moría antes de llegar el invierno.

Ya todo ese plástico, ya todo ese papel, ya toda esa vida, duerme aletargada en ese aparato rectangular y oscuro que tienen ustedes a su lado. Ahí cabe el amor y cabe el odio y el dinero que uno tiene y los consejos de mamá y la sonrisa de tus hijos y los kilómetros que corriste y las canciones que habrán de romperte el corazón.

Ya ni siquiera podemos desaparecer. Nos persiguen los pitidos. Los “¿cómo estás?”, los “¿tienes un segundo?”, los “mira que chiste me han mandado”. El teléfono te riñe si pasas demasiado tiempo sentado. Te avisa de la lluvia futura. Te recomienda vinos. Te ofrece amantes y bicicletas y camisas a mitad de precio. Si apagamos el móvil durante un día, un solo día, tu familia creerá que te ha pasado algo malo. Mira qué paradoja, con lo bien que estarías. Nadie concibe el deseo de no estar. De no querer saber nada de lo que ocurre dentro de ese aparatito que ahora vibra en tu bolsillo. Ni andar por la calle sabemos sin agarrarnos a su carcasa. Por eso vuelvo a los álbumes de fotos de mi familia, para recordarme, a mí mismo, que hubo un tiempo lento en el que la vida, simplemente, sucedía.

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