'Crónicas perplejas': "No hay mejor destino que no saber a dónde ir"
Habla Antonio Agredano de viajes en coche
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En esta sección de 'Herrera en COPE', Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus 'Crónicas perplejas'.
Ningún olor me gusta más que el de la gasolina. Cuando mis padres paraban a repostar, bajaba la ventanilla y aspiraba profundamente el aire como hacen los urbanitas nada más pisar el campo. El olor de la gasolina es el olor del progreso. De los largos viajes. De esa libertad que da el asfalto.
No hay mejor destino que no saber a dónde ir. La vida está llena de caminos perdidos y de paisajes inesperados. La vida tiene algo de larga ruta. Con kilómetros tediosos, con noches oscurísimas y con preciosas llegadas.
Una vez, con mi amigo Gonzalo, hice un Málaga-París. Íbamos alternándonos al volante. Escuchando rock. Él es batería y yo, por entonces, aún tocaba el bajo. Parábamos a comprar monsters y sándwiches en las gasolineras. Ya no éramos tan jóvenes. Sentíamos, aquellos días, que la vida nos estaba cambiando. A cada uno a su manera. Durante el trayecto, hablábamos del pasado con cariño, del presente con cierto asco y del futuro como un lugar al que necesitábamos llegar cuanto antes.
Ese viaje a París fue el principio de muchas cosas. De darnos cuenta de que ya teníamos una edad que nos obliga a tomarnos la vida algo más en serio. Las resacas nos duraban demasiado. Dormimos en un albergue tres o cuatro días. Casi no recuerdo nada de la ciudad. Toda mi memoria reposa en el viaje. En el durante. En la carretera. En los discos que poníamos en su Ford color champagne.
A la vuelta él se quedó en Bilbao. Yo continué hasta Sevilla en autobús. La vida luego nos llevó por caminos diferentes. Pero en ese viaje descubrimos que hay amistades que no entienden de distancias. Y que lo importante no son los destinos. No era París el objetivo, éramos nosotros en ese coche, durante horas, haciendo balance de lo vivido.
De los errores, de los arrepentimientos, de las oportunidades perdidas. Algunos reproches, muchas risas, muchas canciones compartidas. El recuerdo de las noches. Y la esperanza en lo que venía. Porque el camino siempre somos nosotros. Porque todos los viajes suceden por dentro.