'Crónicas perplejas': "Hemos perdido los vasos de tubo, dando paso a ese terrible mundo de la copa de balón, incómodo de beber y de sujetar"

Habla Antonio Agredano de la mezcla de bebidas y recuerda las de su juventud

Antonio Agredano

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

En esta sección de 'Herrera en COPE', Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus 'Crónicas perplejas'.   

Mi primer combinado fue un Martini con zumo de piña, en vaso de tubo, compartido con una amiga, en un botellón en plaza de La Habichuela, en Córdoba. Hasta entonces, solo cerveza, bebida a morro, de una litrona compartida entre cuatro greñudos, mientras tocábamos canciones de Nirvana en un parque. Demasiado bien hemos salido.

El Martini con zumo de piña sabe a otra época. Sabe a Alcatel One Touch Easy. Sabe a pósters de Backstreet Boys en el cuarto de mi hermana. Sabe a toda la familia viendo Leyendas de Pasión en el comedor. Sabe a tortilla de patatas, plato sobre plato, en la encimera de la cocina. A Volkswagen Golf. A la banda sonora de Romeo y Julieta sonando en todas las minicadenas. A piscina en El Brillante. Sabe a partidas de Magic y a colonias dulzonas y a tormenta de verano.

Hemos perdido todo. Hemos perdido la juventud, para empezar. Hemos perdido los vasos de tubo, dando paso a ese terrible mundo de la copa de balón, incómodo de beber y de sujetar. Hemos perdido las plazas. Hemos perdido la inocencia. Hemos perdido los antros en los que nos criamos bebiendo chupitos de piruleta, esto es, amaretto, lima y granadina, y escuchando el «sekulala» de los Wiseguys.

Y está bien así. Porque cada uno tiene su tiempo, y sus bebidas, y sus recuerdos. Pero juro que mientras hablo, en mi paladar vuelve, como un eco, el sabor de aquellos martinis con piña, bebidos con impostada madurez. Compartidos con los amores primeros. En aquellos botellones en los que todos éramos amigos de todos. Y dábamos paseos por allí para ver a las chicas que nos gustaban. Y siempre había alguno que sacaba la guitarra. Y siempre había un colega que se ponía demasiado ciego y teníamos que llevarlo entre todos a casa. Qué lejos.

Qué lejos queda todo, pero que cerca, si cierro los ojos y llevo a mis labios el vaso de tubo de plástico que compramos, a veinte duros el paquete, en el 24 horas frente al parque.

Las 'Crónicas perplejas' de la semana de Antonio Agredano

'Crónicas perplejas': "El problema de las prisas es no saber dónde estamos, ni hacia dónde debemos ir"

'Crónicas perplejas': "Cuando se pierdan los barrios, las ciudades caerán en un bostezo interminable"

'Crónicas perplejas': "Pienso en mi padre y él siempre estuvo ahí. A su manera. Con sus dudas, estoy seguro; con su dureza"

Temas relacionados