'Crónicas perplejas', en homenaje a Rafa Nadal: "Con Nadal se van los domingos al mediodía"
Antonio Agredano dedica su sección al mejor deportista español de todos los tiempos tras su retirada del tenis
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En esta sección de 'Herrera en COPE', Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus 'Crónicas perplejas'.
Para entender el tenis hay que entender la vida. Se alimentan del mismo coraje. Ese que desde el fondo nos hace devolver una y otra vez la bola, con precisión, con perseverancia y con fe. La red que hay que superar en cada golpe, el cansancio, la mirada alta y el silencio.
Para entender la vida hay que entender el tenis. Y admirar a personas como Rafael Nadal. La ejemplaridad es una forma de progreso. Sentir su dolor como si fuera el nuestro. Levantarse tras la derrota. No querer irse. No hay nada más humano que no querer irse, que no querer parar, que seguir y seguir hasta que el cuerpo dimita de nosotros. Hasta que la carne se desprenda definitivamente de nuestra alma. Hasta que los golpes ya solo sean un sueño y un parpadeo en la madrugada.
Se ha ido Nadal con una derrota y no hay mejor final para quien lo ha ganado todo. Es un último acto de generosidad hacia los que nunca hemos ganado nada. Necesitamos un héroe que sangre. Necesitamos un héroe agotado. Necesitamos un héroe ferozmente humano.
Con Nadal se van los domingos al mediodía. Se van los brazos alzados desde el sofá. Ya nadie morderá los trofeos. Ese gesto de humildad que define al tenista. Lo muerde para saber si lo merece. Lo muerde para saber si es real. Lo muerde porque, como en la vida, uno nunca sabe si debemos celebrar las victorias. Como si no nos perteneciesen. No hay nada más honesto que dudar. Ni nada más heroico.
Siempre he querido sacudirme la tierra de las suelas con un raquetazo. Siempre he querido tumbarme bocarriba tras el punto definitivo. Siempre he querido subir a la red dispuesto a matar o morir en un lance desesperado. Todos quisimos ser Rafael Nadal. Pero solo él lo fue. Con sus decepciones, con sus alegrías, con sus despedidas y con su ejemplo de vida.
Todos sabemos que muchos niños sueñan con ser tenistas. Lo que aprendimos con Nadal es que muchos tenistas sueñan con ser niños.