'Crónicas perplejas': “Solo quiero que el tiempo que me quede por vivir no sea nunca carne de desguace”

Habla Antonio Agredano de los nombres queles ponemos a los coches 

Antonio Agredano

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En esta sección de 'Herrera en COPE', Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus 'Crónicas perplejas'

Mi moto no tiene nombre. Es una Vespa azul celeste. Abollada. Voluntariosa. Que, pese a que la cojo poco, arranca siempre casi a la primera. Como me gusta pasear, la uso sólo lo imprescindible. Los volantes y los manillares me estresan. Los semáforos. Los peatones que cruzan por donde quieren. Mientras camino, sin embargo, estoy tranquilo. Escucho la radio, organizo el día en mi cabeza, y observo. Observo a la gente y sus cotidianidades, que es la inspiración para cada una de estas crónicas. 

Pero hubo otro tiempo en el que iba rápido a todas partes. Llamé Agremóvil a mi Ford Fiesta azul marino. Trabajaba fuera de la ciudad. Madrugaba. El amanecer siempre me pillaba al volante. La música a todo volumen para despertarme. Aparcaba en cualquier parte. Pitaba a los conductores erráticos. Los días eran más cortos. Comía en cualquier sitio. No tengo buen recuerdo de aquello. Como si la velocidad nos robara una parte de nosotros. Aquellas horas en la carretera, las prisas por llegar, el olor dulzón del ambientador que colgaba del espejo.

Siento que, sin ser conscientes, todos nos dirigimos hacia la vida que queremos tener. Que de pequeña decisión en pequeña decisión, vamos encontrando nuestro lugar en el mundo. Vendí aquel coche, que me recordaba a días bastante grises, y sentí cierto alivio. Cambié de trabajo y cambié de casa. La vida es movimiento. Un movimiento que nunca es en línea recta. Más bien un zigzagueo, un garabato, algo impredecible.

Lo importante, lo verdaderamente importante, es seguir. Dan igual los coches, las casas, los nombres y las calles. Lo esencial es continuar con nuestro camino a donde sea que nos lleve. Sin exagerar los afectos, asumiendo los cambios, sin victimismos y con entereza. Supongo que convirtieron mi coche en chatarra. Y me da igual. Yo solo quiero que el tiempo que me quede por vivir no sea nunca carne de desguace.

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