‘Crónicas perplejas’: "Volver atrás casi siempre es un error"
Habla Antonio Agredano de la medusa Turritopsis dohrnii, ese animal marino que puede revertir su ciclo vital y regenerarse continuamente
Madrid - Publicado el - Actualizado
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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.
Así nos lo cuenta Agredano:
Me ha interesado el tema de la medusa Turritopsis dohrnii. Ese animal marino que puede revertir su ciclo vital y regenerarse continuamente, que tiene el poder de volver a su adolescencia una y otra vez hasta el infinito. Qué pereza. La adolescencia de uno. Doy gracias a Dios por no ser una de esas medusas. Por ser un humano perecedero y achacoso. Por no tener que regresar a aquel cuarto desordenado. A esa tristeza por nada. A esos besos en el portal. A los granos, a la tabla periódica, a los portazos airados, al walkman sobre el pecho tumbado en la cama, a las canciones tristes, a los kebabs de madrugada.
Volver atrás casi siempre es un error. Hay gente que sólo es feliz en el ayer. A veces me pregunto qué dejaron allí. Qué tesoro se les perdió en la niebla de los días. Al contrario que esas medusas, nosotros tenemos un compromiso con el mañana. Los días se acaban. El entusiasmo se marchita. Pero hay que seguir. Y de ese camino, que va de la luz cegadora al apagón, de ese camino que es vivir, nacen todas las cosas que merecen la pena.
Qué pena, esas medusas, que no podrán hacer balance de lo vivido. Que no afrontarán el invierno de sus días acompañadas de sus familias, de sus viejos amigos. Qué pena esas medusas, que no irán con entusiasmo a ponerse pelo, ni a pincharse un poquito de botox, que no se apuntarán al crossfit, ni gastarán un buen dinero en cremas reafirmantes. Todas estas cosas que hacemos nosotros para aliviar el paso del tiempo. Esta batalla contra los días, que también tiene su encanto. La coquetería, la ilusión de los nuevos amores...
Qué pena esas medusas condenadas a la levedad juvenil. Como ellas, así, flotando en mitad de la nada. Completamente solas, aunque estén acompañadas. Qué pena renunciar a la sabiduría del tiempo, a su enciclopedia de arrepentimientos, de recuerdos, de puntuales y brillantes alegrías. Yo no quiero volver. Que mi juventud no sea mi destino, sino una memorable estancia. A mí, aquí lo confieso, ya sólo me basta con seguir, unos años más, y espero que bien acompañado, hasta el precipicio de mi íntima y jubilosa existencia.