'Crónicas perplejas', sobre Carmen Sevilla: "Ella dejó de recordar, pero nosotros no dejaremos de recordarla"
El homenaje de Antonio Agredano a C
Publicado el - Actualizado
2 min lectura
En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".
Los antiguos romanos creían que el pensamiento era una labor del corazón. Que su latido, terco, infatigable, era fruto de las ideas que por él pasaban y de los sentimientos que allí se refugiaban. Que en ese músculo rojo guardábamos esperanzas y emociones. Por eso, la palabra recordar viene del latín re-cordis, es decir: “volver a pasar por el corazón”.
El año pasado, el hijo de Carmen Sevilla, Augusto Algueró Júnior, declaró a la revista Diez Minutos lo siguiente: “Mi madre ya no me reconoce”. Y pensé, ya entonces, en si la vida merece ser llamada vida sin la luz de la memoria. Sin esa herramienta hermosa que es saber dónde estuvimos, a quien amamos, qué dolor dejamos atrás, qué niñez blindó nuestro carácter, qué personas nos acompañaron en los caminos ásperos, en los instantes borrosos.
Qué vida puede ser aquella en la que el recuerdo está prohibido. En la que el corazón, ese corazón antiguo de la nostalgia, es una estancia cerrada, desordenado y oscuro, como un local abandonado.
La enfermedad de Alzheimer es un mal terrible, porque no sólo rompe nuestro futuro, sino que agrieta nuestro pasado. Y la vida de Carmen Sevilla merece ser recordada. En su sentido primero. Merece un espacio en el pecho. No sólo por su belleza, que era apabullante y única, también por su talento, por su valentía a la hora de elegir papeles, por sus reinvenciones, por su espontaneidad, por sus constantes ganas de trabajar, por su cercanía.
Ella dejó de recordar, pero nosotros no dejaremos de recordarla. Su corazón se durmió lentamente, pero nuestros corazones siempre estarán a su servicio. Despiertos para sus pasiones y sus personajes y su guapura y sus canciones y la España que vivió. De Heliópolis a la eternidad. De Sevilla al cielo.
Su vida fue una constelación de besos y estrellas, de lágrimas dulces y sonrisas como diamantes.