‘Crónicas perplejas’: “Los castings son herramientas, pero nunca exámenes de nuestra capacidad”

Habla Antonio Agredano de los castings, de lo que se siente cuando nos enfrentamos a ellos y de lo que realmente son

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La reflexión de Antonio Agredano sobre los castings en sus 'Crónicas perplejas'

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

Qué cosa más bonita era ser un niño sin gracia. Uno de esos niños lacios, patosos, algo tímidos y sin ningún talento en particular. La televisión de mi infancia estaba llena de lo contrario: niños con tambor, niñas cantantes, niñas que hacían piruetas, niños que contaban chistes que yo creo que ni siquiera entendían… y yo veía la tele y pensaba: “¿Para qué sirve un niño como yo?”

Intenté tocar la guitarra, pero me aburrió pronto el conservatorio. En el fútbol terminé siendo portero. Era incapaz de subirme al escenario en la función escolar de fin de curso. No afinaba ni los villancicos. Cuando hacía figuritas de arcilla, mi maestro se llevaba mi obra a otras clases para enseñar lo que no debíamos hacer. Yo creo que empecé a escribir por descarte. No sabía si se me daba bien o mal, pero desde luego, era un refugio íntimo. Y era poco ruidoso. Cogía un cuaderno y escribía cuatro tonterías y con eso tiraba, mientras mis amigos posaban para el Venca, o fichaban por la cantera del Córdoba o salían en la televisión local bailando en los magacines matutinos.

Una cosa buena de escribir es que no hay castings de escritores. Siempre me horrorizaron. Además de lacio, soy pudoroso. Eso de salir ahí a ser juzgado, con un número en el pecho, como un ganado virtuoso. Entiendo que es necesario, pero imagino el terror del escenario, la noche sin dormir, la frustración tras el no, las prisas por apuntarse al siguiente, y pienso: a veces es un alivio la intrascendencia.

Lo malo de los castings es pensar que vales lo que otros dicen que vales. Y nada más lejos de la realidad. He escuchado a cantantes maravillosos que se dedican a la carpintería metálica y actrices conmovedoras que matan el gusanillo dando clases de interpretación a señoras mayores en asociaciones de vecinos. Somos lo que somos. Los talentos también son ejercicios privados. Los castings son herramientas, pero nunca exámenes de nuestra capacidad. Quien la tenga, claro. Los que fuimos niños sin talento no tuvimos esas exigencias. Nos conformamos con aprovechar las primeras lluvias del otoño para jugar a la lima y cavar los agujeros para las partidas de canicas.

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