‘Crónicas perplejas’: “Si creo que tengo razón, tendré que defenderlo, ¿no?”

Habla Antonio Agredano de enfados y de enfadarse

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Hay distintas maneras de enfadarse, así lo explica Antonio Agredano en sus 'Crónicas perplejas'

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

Seguro que habéis escuchado alguna vez: “Te fallan las formas, aunque tengas razón en el fondo”. Me lo han dicho muchas veces en discusiones. Me pasa que, cuando siento que tengo razón en algo, soy entusiasta y soy, por supuesto, vehemente. No conozco otra forma de dar mi opinión que hacerlo con seguridad, sin matices, sin timidez impostada. Digo yo que, si creo que tengo razón, tendré que defenderlo, ¿no? Lo que sí me sorprende es lo que le preocupan a las personas las formas, y lo poco que atienden a los fondos. Será más importante lo que se dice que cómo se dice.

Cuando estoy enfadado, sin embargo, me pongo melancólico. No soy yo un hombre de enfadarse airadamente. Y, en general, me da un poco de bochorno esa gente que se indigna con facilidad. Que monta pollos en el ambulatorio. Que discute por teléfono muy alto para que todos nos demos cuenta de lo machotes o lo malotas que son.

Pero tengo un límite. Hay algunas personas que me sacan de quicio. Que sacan lo peor de mí. Que me entra un calor por el cuello y me arde la cabeza y se me infla la vena de la frente como a Goku. Por ejemplo: No puedo con esa gente que me dicen “Tranquilízate” cuando estoy dando mi opinión. Tampoco puedo con esa gente melindrosa que se deja un poquito en el plato. Un trocito de carne. Tres patatitas. “Comételo, hijo”. “Es que no me entra ya más”. Pero si es un bocado. Si te vas a pedir un coulant ahora con helado. Qué coraje eso. Y la gente que silba por la calle o por los pasillos. ¿No os saca de quicio la gente que silba? ¿Por qué silbáis? ¿Tan contentos estáis, qué vais a Hamelín, a las ocho de la mañana esperando al autobús?

Y esos peluqueros que te tiras cinco minutos explicándole como quieres el pelo y te hacen lo que les hacen a todos los clientes. Y te dicen: “¿bien así”. Y le dices: “Pues no. ¿Más largo no me lo puedes dejar, ¿verdad?”. O esas chicas que cuando estás ligando con ellas, haces algo que les gusta, y te dicen: “Has ganado un punto”. Pero qué punto. ¿Que te crees que soy un carnet de conducir? Y otra cosa que me saca de quicio: la gente que en el autobús apoya los pies en el asiento de enfrente. Que va uno hecho un pincel un sábado y se tiene que sentar ahí en la mierdecilla de las suelas de ellos. Qué rabia eso.

Me cabreo poco pero cuando me cabreo, me cabreo con motivos. ¿O no?

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