‘Crónicas perplejas’: “Muchas veces, los años pasan por nosotros, pero nosotros no pasamos por los años”

Habla Antonio Agredano de la juventud y se pregunta: ¿Cuándo deja uno de ser joven? ¿Puede elegirse?

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‘Crónicas perplejas’: “Muchas veces, los años pasan por nosotros, pero nosotros no pasamos por los años”

Antonio Agredano

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En esta nueva sección veraniega de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

Así nos lo cuenta Agredano:

Me consuela pensar que la juventud es un estado de ánimo. Que podemos esquivar los cumpleaños, obviar la fecha del DNI, hacer como que no escuchamos el crujido de nuestros huesos. Que sentirse vivo es tan importante como estar vivo. Que es mejor probarse una talla de menos que una talla de más, por si suena la flauta.

¿Cuándo deja uno de ser joven? ¿Puede elegirse? Tuve amigos que de pequeños eran serios, responsables y aburridísimos y tengo amigos ahora que rozan los cincuenta, pero parecen sacados de un capítulo de ‘Al Salir de Clase’. Debe haber un equilibrio. Una idea del tiempo que nos ayude a entender dónde estamos, qué se pide de nosotros. Si podemos abrazarnos a la locura y al capricho o debemos actuar con gravedad y paciencia. “Estás muy bien para la edad que tienes”, nos dicen a veces. Y algo nos enciende por dentro.

No creo que envejecer y madurar vayan de la mano. Muchas veces, los años pasan por nosotros, pero nosotros no pasamos por los años. “Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde”, escribió Gil de Biedma. Está todo en estos versos. La velocidad de los días. Descubrir que el camino que mirábamos embobados, el camino que parecía infinito, se corta de repente y no hay opción de volver atrás. “Ojalá volver a tener veinte años, pero con lo que sé ahora”, dicen a menudo. “Para qué”, me pregunto. Somos los errores que cometimos. Somos esa urgencia. Esos dolores minúsculos. Somos aquellos corazones rotos. Somos aquellos sueños de ceniza. Somos esa juventud eufórica. Su inconsistencia. Su vértigo. Somos los amigos que dejamos atrás. Las cosas que perdimos por amor. Todo eso quedó en nosotros. Tenemos una deuda con lo que fuimos.

Los días no se suceden, los días se acumulan. Cuánto hay de ti en aquellos años. Y qué maravilla es mantener aún el entusiasmo. Enamorarnos. Juntar al equipo de las pachangas. Imaginar historias para tus hijos. Apurar una botella de vino entre risas cómplices. Sentir que la juventud es, simplemente, una mirada. Aquella mirada que aún no se ha marchitado en tus ojos. Esas ganas. Esa gratitud hacia las cosas. Esa curiosidad. Esta pasión inagotable. Como si la juventud no fuera un cuánto, sino un cómo. Como si guardáramos dentro de nosotros el secreto de una vida extraordinaria e infatigable.

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