'Crónicas perplejas': “Que jamás se acabe el temblor de los primeros besos”
Habla Antonio Agredano de las parejas y del amor
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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".
Una vez acompañé a una novia mía a un concierto de La Oreja de Van Gogh. Fueron los noventa minutos más largos de mi vida. Ella me abrazaba en las canciones lentas y yo apoyaba mi mejilla en su cabeza con ternura como pensando: “Qué hago aquí. Quiero llegar a mi casa y ponerme a Nirvana en la minicadena a todo lo que dé”. Y ella aplaudía feliz cada vez que Amaia Montero acababa una canción y me preguntaba: “¿Te gusta?”, y yo le contestaba: “Mucho, tesoro. Muchísimo”.
Pero así es el amor. Sin edad, sin matices, sin fronteras, sin ropa guardada mientras nadamos. Aparece inesperado en la oficina, o en el bloque, o en clase, o en la frutería en la que compramos plátanos para la merienda a la vuelta del trabajo. Aparece en los bares y en los hospitales y en las redes. Y caemos fulminados como animales atravesados por un rayo. Y que jamás se acabe el temblor de los primeros besos. Y las cosas que nos separan, porque serán esas, y no otras, las que nos juntarán para siempre.
El corazón es un músculo desconcertante. Que a veces no sé si va o viene. O se queda o ya se ha ido. El corazón une lo que está roto y quiebra lo que parecía unido para siempre. El corazón siempre elige el camino más largo. El menos seguro. Ese es su talento, el de voltear la vida. El del estruendo. Como una bandeja metálica que cae en mitad de un comedor. Como un martillo neumático perforando la acera. El corazón y sus tormentas y sus noches en blanco y sus ojalás. El corazón, que es un laberinto que guardamos en el pecho. Porque amar es romperse mil veces y amanecer con ilusión de nuevo.
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