‘Crónicas perplejas’: “La sección de limpieza te enseña que el tiempo pasa rápido”

Habla Antonio Agredano de la limpieza, de las manías del orden

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‘Crónicas perplejas’: “La sección de limpieza te enseña que el tiempo pasa rápido”

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

De un día para otro, Míster Proper se empezó a llamar Don Limpio. Yo no estaba preparado para algo así. Ese calvo vigoréxico me caía bien, pero le pusieron un nombre demasiado ridículo. El mayordomo del algodón, sin embargo, siempre me pareció un tipo desagradable. Ese hombre ahí, mirando si las cosas estaban limpias de verdad; no soporto a los metomentodo. Parecía un precursor de Twitter, donde digas lo que digas, alguien te va a poner un pero. La Lejía Conejo, eso sí, siempre me sacaba una sonrisa culpable. Era un crío. Quizá pasaba demasiado tiempo frente a la televisión.

Aprendí a preocuparme por la limpieza cuando me independicé. Hasta entonces, me limitaba a ordenar mi cuarto apelotonándolo todo en el armario. Nunca está uno preparado para la vida adulta. Ir a comprar friegasuelos te pone en tu lugar. Maduras de repente. La sección de limpieza, esas estanterías de colores pastel, esos pasillos que jamás habías recorrido, te enseñan que el tiempo pasa rápido. Que un día estás comprando hielos y ron barato para un botellón y a la nada uno está en el supermercado desenroscando tapones para oler los suavizantes. Echando en la cesta unas bayetas nuevas. Dejándose llevar por los amigos comprando El Milagrito para las manchas más resistentes.

Al poco de irme a vivir solo, apareció una cucaracha por el salón. Me aterran esos bichos. Temblando casi fui corriendo a la cocina, cogí un spray, y la perseguí por toda la casa descargando el bote entero sobre sus asquerosas alitas marrones. La hija de su madre no se moría. A mí me dolía el dedo de apretar el botoncito, pero su resistencia era tremenda. Finalmente, me dio esquinazo y terminó saliendo de mi piso ilesa por debajo de la puerta del salón. Cuando miré el spray me di cuenta de que me había confundido de bote y que había descargado sobre la cucaracha un litro de Pronto limpiamuebles. Ahí iba ese insecto, con las alas más lustrosas y caobas de la historia de su especie. La vida adulta es desconcertante. Ojalá Don Limpio recupere su dignidad, se vuelva a llamar Míster Proper, y por qué no, con el dinero que saca vendiendo friegasuelos, podría ir a Turquía y financiarse un flequillo nuevo. Son magníficos estos tiempos nuevos.

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