‘Crónicas perplejas’: “Ser caradura, también, es un tipo de talento”

Habla Antonio Agredano de aquellas personas caraduras, jetas; y de las artimañas que realizan

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‘Crónicas perplejas’: “Ser caradura, también, es un tipo de talento”

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

“Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a unos pocos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.”, dicen que dijo Abraham Lincoln. Ojalá fuera cierto, pero el mundo se construye sobre la gente que dice ser más de lo que es. Yo alabo su osadía. Los hay idiotas, como yo, que dudan tanto de sí mismos, que casi piden perdón por conseguir lo que consiguen. Y los hay que, con muy poco, llegan lejísimos, sin complejos, sin sentirse impostores, casi gritando, como Michel, ese: “Me lo merezco”.

Ser un caradura es algo que se trabaja desde pequeño. Hay que valer. También es un tipo de talento. Yo tenía un amigo que, a la hora de pagar, nunca llevaba suelto. Creo que se tiró diez años con el mismo billete de cien euros en la cartera. Nos tomábamos una cerveza y sacaba el billete como diciendo: “A ver cómo pago yo dos cañas con esto”. No sé qué será de él ahora, pero me juego la cabeza a que ha preparado alguna buena excusa para no instalarse el bizum en el móvil.

En mi boda un primo me dio un sobre con treinta euros en billetes de cinco. Y luego era de esos que, en las celebraciones, detectan rápidamente la puerta por la que salen los camareros con las bandejas de entremeses y se ponen ahí a porta gayola con arrojo torero y más hambre que el perro de un afilador, que pegaba bocados a las chispas para comer caliente.

El mundo es suyo, no nuestro. Nosotros somos un desastre. Pagamos lo que debemos, no vamos de nada que no somos, asumimos nuestras contradicciones. Una vez conocí a un cantante que echaba la culpa de su fracaso al público: “Es que la gente tiene el cerebro lavado con el reguetón y esa porquería”. Decía. Se ve que rimar corazón con razón y razón con insinuación no tenía nada que ver con que nadie fuera a sus conciertos.

Que dios me libre de los humildes, que de los caraduras ya me libraré yo.

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