'Crónicas perplejas': “Sé que sin el compromiso de mis profesores, mi vida hubiera sido otra”

Habla Antonio Agredano de los profesores y lo que han marcado su vida

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El recuerdo de Antonio Agredano de sus profesores en sus 'Crónicas perplejas'

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".

En toda persona habita una duda: por qué hacemos lo que hacemos, por qué somos lo que somos. Qué parte de nosotros está en la sangre y cuál en la cabeza. ¿Cuál es nuestra arquitectura? ¿A quién culpar cuando las cosas van mal? ¿A quién dar las gracias cuando las cosas van bien?

Empecé a escribir en el instituto. Julia Aguilar, Antonio Zamora, Helí Ordaz… ellos me pusieron delante de los libros. Me enseñaron qué había más allá del poema. Me dieron confianza. Me dieron las herramientas para cavar en las emociones. Un buen profesor no trabaja por ti, no te marca el camino, no va de tu mano. Un buen profesor te da un mapa y la valentía para empezar, tú solo, el viaje.

“No me gusta el colegio”, me dijo ayer mi hijo mayor. Lo miré con una sonrisa. Me pasaba lo mismo con su edad. También iba como él, arrastrando la mochila, legañoso, echando de menos el calor de las sábanas. Pensando que podría estar haciendo cualquier cosa mejor que sentarme en un pupitre y aguantar a la seño.

Solo ahora, muchos años después, sé que sin el compromiso de mis profesores, mi vida hubiera sido otra. No es escribir, no es saber cosas, no es aprobar exámenes… no… es recomponerme tras la tristeza, decidir en mitad de la tormenta.

Aquellos maestros y profesores no me enseñaron a sumar, ni a leer, ni a hacer fórmulas químicas… fue mucho más que eso… aprendí que la vida es exigente. Que hay que estar preparados para la luz y para la sombra. Que sin esfuerzo y que sin honestidad es imposible ser libre.

A todos ellos les debo lo mucho o lo poco que soy. Porque de ellos aprendí, lo sé ahora, a convivir conmigo mismo y a perder el miedo a los días inciertos.

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