'Crónicas perplejas': "Somos ese 'qué buen ratito' que soltamos tras un instante de sonrisas"

Habla Antonio Agredano de risas y de sonrisas; de la felicidad

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Antonio Agredano y lo bueno que es la risa en sus 'Crónicas perplejas'

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".

Hubo un tiempo en el que la seriedad era un signo de distinción. Hubo un tiempo en el que la risa era como una de esas joyas que se guardan en un cajón, pero que nunca se lucen en la calle. Hubo un tiempo, ¿o quizá ese tiempo es ahora?, en el que para tomarse a alguien en serio, ese alguien debía renunciar a su humana y hermosa ligereza.

En la vida estamos de paso. Y qué mejor forma de combatir nuestra levedad que a carcajadas. La alegría es una batalla contra el tiempo. Somos ese 'qué buen ratito' que soltamos como para nosotros tras un instante de sonrisas y confidencias.

No quiero ser trascendente. No quiero ser importante. Solo quiero sentarme delante de una copa de vino, rodeado de gente a la que quiero, y hablar sin pensar en lo que los demás van a pensar de mí. No hay mayor placer que ser libre, que ser espontáneo, que dejar de medirlo todo, al menos por un rato.

Da igual la casa, da igual la mesa, da igual si el vino es bueno, malo o regular. Lo que importa está dentro. Lo que importa cabe en un sitio tan pequeño como el corazón. Mírate la mano. Ciérrala. Ese es el tamaño de tu corazón. Apenas un puño. Y ahí, como en un cofre diminuto, caben todas las cosas importantes que vivimos y que nos quedan por vivir.

Me queda mucho, pero cuando me vaya, no quiero dejar nada por hacer. No quiero tareas pendientes ni botellas cerradas ni carcajadas reservadas para mejor ocasión. Quiero llevarme la vida puesta. Quiero que la gente diga: 'Menudo fue'. Quiero las noches y quiero las mañanas y quiero las risas y esa preciosa forma de vivir que es darlo todo. Sentir. Amar. Llorar. Y reír.

Porque la risa es un cascabel que siempre suena inesperado. Porque la risa es una puerta a los afectos. Porque la risa es compartida, es generosa, es única y es nuestra. Gracias por estar ahí. Gracias por reír y por hacerme reír.

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