‘Crónicas perplejas’: “Somos las sobras de otras vidas”

De sobras hablamos este jueves y Antonio Agredano hace un ejercicio para equiparar la vida a esas sobras, a veces olvidadas, a veces necesarias

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‘Crónicas perplejas’: “Somos las sobras de otras vidas”

Antonio Agredano

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En esta nueva sección veraniega de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente.

Así nos lo cuenta Agredano:

Hay que reconocerlo sin sentir vergüenza: Somos las sobras de otras vidas. ¿Qué pensará de mí aquella chica de pelo rubio, largo y rizado que, en una Nochevieja de 2001, me besó en la puerta de los aseos del Surfer Rosa como si la vida le fuera en ello? ¿Qué pensará de mí aquel señor que me compraba el diario Marca en el puesto de periódicos donde trabajé un verano, y se quedaba allí una hora para hablar del Madrid y todos esos fichajes que nunca sucedieron? ¿Estaré en su memoria aún? ¿Estaré en la memoria de mi profesora de Dibujo Técnico, a la que sacaba de quicio mi torpeza? ¿Estaré en la memoria del delantero del equipo de fútbol cadete en el que yo era portero, aquella temporada en la que quedamos segundos en la Liga?

Nos creemos protagonistas, imprescindibles, reyes de todo lo que el sol baña, pero la mayoría de las veces somos como ese limón envuelto en papel de aluminio que se endurece esquinado en el frigorífico. A veces somos como ese yogur de coco que caduca sin que nadie le eche cuenta. De la dulce mandarina que fuimos ya sólo queda algo de color naranja entre el verdor de los hongos. Está bien así. Nuestra existencia no es tan importante. Nuestros padres nos quieren, nuestras parejas, nuestros hijos, tenemos un puñado de buenos amigos… pero para muchas otras personas sólo somos algo que meter con urgencia entre dos panes. Algo que nos da el apaño. Sólo somos una minúscula y poco apetitosa cena de supervivencia.

Con la madurez he perdido el entusiasmo por sentirme irremplazable. A los afectos a veces llegamos con hambre y con prisa. Las grandes pasiones, como el champán caro, hay que disfrutarlas muy de vez en cuando. Si no, corremos el riesgo de llamar amor a cualquier cosa, del mismo modo que hemos terminado llamando cocinar a calentar salchichas en el microondas. Siempre he llevado con orgullo aparecer de repente en el fondo de la nevera de algunas mujeres con las que pasé algunos meses maravillosos, de algunos compañeros que me contaban sus confidencias y de algunos conocidos que hasta me llegaron a llamar amigo. Cuando no me da la vida para ser banquete, bien me vale poder saciar algunos apetitos.

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