'Crónicas perplejas': “ Todos los viajes llevan al mismo sitio: a la niñez”
Habla Antonio Agredano de los viajes en coche, de las distintas maneras que hay de viajar, y de los viajes de infancia
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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".
Si algo he aprendido tras años de viajes en coche con amigos y familiares varios, es que hay dos tipos de personas: los de bocadillo y los de mantel de hilo. Los primeros se apañan con cualquier cosa.
Paramos en una gasolinera, compramos un par de latas de refrescos, nos ponemos en un ladito y, sentados en un bordillo, nos echamos al cuerpo cualquier cosa, un paquete de patatas, un bocadillo de pan blandurrio o un sándwich de esos envasados que, lleven los ingredientes que lleven, saben todos igual; y seguimos.
Los segundos son de buscar el sitio perfecto. Guiarse por ese clásico que son el número de camiones aparcados. Son de sentarse cómodamente a la mesa. Pedir la carta de vinos. Les gustan esos lugares de cubiertos buenos, de los que pesan. De camareros con mandil. Servilleta de tela. Aceite y pan caliente para mojar. Primer plato, segundo plato, postre, café y, si no conducen ellos, hasta un pacharán. Y luego ya, seguir; satisfechos, llenos y felices. Felices como señores.
Yo, lo confieso, soy de los primeros. De los de apañarme con cualquier cosa. Una vez en el coche sólo tengo un objetivo: llegar lo antes posible. Pero los hay que disfrutan de los trayectos de una forma que me parece incomprensible. Pararse en un mirador. Por ejemplo. Desviarse para atravesar pueblos bonitos. Esas cosas que ralentizan las idas y venidas.
Recuerdo esos largos viajes veraniegos en el Seat Málaga. Las telas oscuras enganchadas a las ventanillas para el sol. Sin aire acondicionado. Abrir los conductos del aire y que de repente aquello se convirtiera en una air fryer. Las canciones de Roberto Carlos sonando todo el rato. Y esas ganas de llegar. Ver los carteles y decir: “Pero los kilómetros no avanzan o qué”.
Hacer pipí en el arcén. La botella de agua recalentándose entre los asientos. El efecto espejo del asfalto. Todos los viajes llevan al mismo sitio: a la niñez. Conservo esa impaciencia infantil. No puedo reprimirla. Bocadillos y kilómetros. El paisaje amarillo y las ganas de llegar. En mi corazón siempre es verano.