'Crónicas perplejas': "Las vacaciones en la costa tenían esa felicidad espontánea que perdura tras la niñez"

Habla Antonio Agredano de las vacaciones low cost, de bajo coste; y recuerda con cariño las de su infancia

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Antonio Agredano y las vacaciones de verano de su infancia

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas"

Aquellos apartamentos de Benalmádena en los que dormíamos nueve, entre abuelas, tíos y primos. Aquellos paseos en el hidropedal, que ya eran un lujo. Aquellos balones de Nivea caídos desde el cielo. Los helados de pistacho. Los boquerones fritos. Aquellas tardenoches en el Tivoli.

No eran las playas de Bali, no eran las calles de Florencia, no eran los bistros de París… pero esas vacaciones en la costa tenían esa felicidad espontánea y veraniega que perdura tras la infancia. Y, aunque suponían un esfuerzo económico para nuestros padres, estaban muy lejos de los planes en Eurodisney y las Navidades en Nueva York.

La memoria es una arquitectura que a veces se construye con poco. Con los veranos en el pueblo, con los amigos en las piscinas municipales, con aquellas quincenas de agosto, con las verbenas del barrio.

No hay que confundir la sencillez con la simpleza. La felicidad puede ser sencilla, pero eso no la hace simple. Al revés, qué complejo, qué difícil, es encontrar alegría en las cosas pequeñas. Ahora vivimos tiempos de quererlo todo y cuando lo tenemos todo, aún pedimos más.

Antes, conformarse era lo normal. Sentarse sobre la arena oscura. Tirar piedras a las olas y verlas saltar. Enrojecer. Hacer amigos de un solo día. Los filetes empanados y la sandía en la nevera. Hacer la digestión bajo la sombrilla.

Qué fácil parecía todo, pienso, mientras busco en un mapa dónde viajar este verano. Me dan ganas de renunciar a Capri o a Heraclion y buscar un apartamento en Benalmádena. Uno siempre tiene la tentación de volver a donde fue feliz. Aunque la nostalgia nunca sea una buena consejera.

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