'Crónicas perplejas': “A veces sueño que conduzco, que estoy al volante de un viejo descapotable y soy feliz”

Habla Antonio Agredano de coches

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Antonio Agredano habla de coches en sus 'Crónicas perplejas'

Antonio Agredano

Publicado el - Actualizado

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".

Los dados de peluche colgados del retrovisor y la pegatina con la silueta de Penélope, esa mujer con sombrero y pelo lacio, en la trasera del maletero. A eso aspirábamos todos los niños. Yo quería tener un Fiat Panda 4x4 inyección. Yo quería cruzar los campos de La Mancha de camino a Madrid, que era el viaje más largo que podía imaginar desde mi barrio.

Me gustaba ver a mi padre y a los padres de mis amigos cuidando de sus coches. Buscando las sombras por el barrio para aparcar, para que no se les estropeara la pintura del techo. Lavar aquellos Seats, aquellos Renaults, los domingos por la mañana. Sacudiendo las alfombrillas. Vaciando los ceniceros. Sustituyendo las bolas de la palanca de cambio por unas con conchas y arena. Colocando con cuidado el respaldo de bolas de madera en el asiento del conductor.

¿Qué fue de aquella España? ¿Qué fue de aquellos coches? ¿Qué fue de aquellos padres? Yo ya soy un padre diferente. No tengo ni coche. Llevo a mis hijos en el autobús. Los viajes los hacemos en tren. He renunciado a esa extensión del hogar que era el vehículo. Las cintas de casete. El olor a gasolina. Esa intimidad de chapa y caucho.

Los tiempos cambian, pero nosotros somos los mismos. A veces sueño que conduzco. Que estoy al volante de un viejo descapotable y que soy feliz atravesando los paisajes. Que ese coche es mi libertad. Que nada me va a detener. Que no dependo de nadie. Pero luego me despierto y compruebo si he echado el bonobús a la cartera.

Aparcar a la primera apoyando el codo en la ventanilla. Levantar el capó y observar el motor como si entendiera. Ojalá ser el padre que mi padre fue, pienso, mientras espero al 12 en la parada.

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