'Crónicas perplejas': “La vida sigue entre vitrinas con yogures y queso semicurado a un precio prohibitivo”

Habla Antonio Agredano de la cesta de la compra, de la subida de precios que nos encontramos en los productos del súper, carnicería, pescadería, frutería...

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El incremento de los precios de los alimentos en las 'Crónicas perplejas' de 'Herrera en COPE'

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".

“¿Qué es ser rica?”, le preguntaron a la mujer de un futbolista del Real Madrid. “Ser rica es ir a un supermercado y no tener que ir mirando los precios”. Me acuerdo de ella cuando voy a comprar, con una lista garabateada y arrugada en el bolsillo de atrás del vaquero. Antes me irritaban esas señoras que sacaban un ramillete de cupones en la caja, ralentizándolo todo; ahora entiendo que eran unas visionarias.

De niño, cuando acompañaba a mi padre al súper, iba echando al carro lo que se me iba apeteciendo. Mi padre, casi siempre, sacaba las cajas de galletas y las patatas fritas tal cual entraban, y las devolvía al estante. Cuando sea padre dejaré que mis hijos lo hagan, pensé. Pero ni hablar. “Está la cosa fatal”, le dice una mujer mayor a la cajera. La cajera levanta las cejas como diciendo: “A mí me lo vas a contar”.

Mientras las tertulias políticas se llenan de reproches, mientras se debate sobre nombres, escisiones, vetos o pactos, en el supermercado pasamos el dedo por los precios, calculando mentalmente qué renta más, si el pack de seis o el de doce, si la pechuga fileteada es más cara que la que viene sin cortar o qué tal será esta nueva marca de leche que es cinco céntimos más barata que la que siempre te llevas.

Estas son las batallas cotidianas. Llegar a fin de mes con cierto entusiasmo. Que los niños coman sano. Darles caprichos, pero no demasiados. Esta es la calle. La de los carros de la compra. La de “pasen por la caja 2 por el mismo orden de fila”. La de las marcas blancas. Y luego la ronda por la frutería, por la carnicería, por la pescadería… “Qué caro está todo”, te quejas al frutero, al carnicero y al pescadero. Y ellos se callan, por decoro, lo que les cuesta levantar cada mañana la persiana.

Mientras unos y otros se dan golpes en el pecho detrás de un atril y frente a las cámaras, la vida sigue entre vitrinas con yogures y queso semicurado a un precio prohibitivo. No sé qué es ser rico, pero sí sé lo que cuesta llenar un carro: consiste en levantarse temprano, trabajar mucho, no perder la alegría, plantar cara a los días, quejarme un poco, pero no demasiado, y vivir. Vivir, que no es poco. Y dejar que mis niños echen de vez en cuando una caja de phoskitos al carro. Su felicidad caprichosa también es, de alguna forma, parte de mi riqueza.

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