El comentario de Santi González del jueves 28 de febrero de 2019

Santiago González

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Ayer fue día de gala en el Tribunal Supremo. Comparecían como testigos quienes fueron presidente, vicepresidenta y ministro de Hacienda del Gobierno y actuó en todo momento como presidente del Tribunal Manuel Marchena, que estuvo cumbre desde los prolegómenos, cuando Tardà, butifarra i carn d’ olla, quiso declarar en catalán en una decisión sobre la marcha. “No empezamos bien”, le dijo para abrir boca y luego siguió cuando el hermano mayor de Rufián dijo que “este juicio está inspirado en la venganza” y Marchena le aclaró que no existe la figura del testigo opinante.

Toda la jornada transcurrió en este plan, con el presidente del Tribunal aclarando a las defensas que no trataran de convencer de nada a los testigos, que trataran de convencer a los jueces. Por lo demás, el testimonio de los testigos: Rajoy, Sáenz de Santamaría y Montoro apuntaló con eficacia a la Fiscalía. No importaba mucho a estas alturas, salvo a los testigos, naturalmente, lo atinado de su gestión en los cargos que desempeñaban, como no importaba aquella declaración de Montoro en la que negaba la posibilidad de malversación porque ya estaba él para vigilar las cuentas. Ayer, ante el Tribunal, admitió la posibilidad de que los golpistas, presuntos, claro, hubieran burlado a Hacienda.

Ayer fue día muy declarativo. Sí porque también hubo mucho espectáculo en el Congreso. Y muy variado. Lo más notable fue el hecho del desaire que el Gobierno y sus aliados hicieron al presidente del Perú, que subió a la tribuna del Congreso como invitado para congratularse de la sintonía con Guaidó y defender el camino de Venezuela hacia la democracia. Pablo Casado estuvo impecable al subir a la tribuna para decir: “Sr. Sánchez, he sentido vergüenza ajena al ver al presidente del Gobierno de España sin aplaudir al presidente del Perú cuando estaba denunciando la dictadura criminal como la del señor Maduro”. El vídeo era espectacular. Ningún socialista aplaudió en el banco azul. Se distrajo el astronauta, pero lo dejó a la tercera palmada, cuando percibió su soledad. Luego daré más datos.