Santi González: "Rivera, muy tentado por la política virtual, se proclama líder de la oposición"

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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En algún momento de las legislaturas anteriores bauticé a los cuatro músicos de Bremen, cuarteto de cuerda en el Congreso de los Diputados como ‘Don Mariano y la Liga de los Sin Bata’. Durante la ronda de conversaciones mantenida por Pedro Sánchez para encargarse a sí mismo la investidura, brilló el estilo del doctor Moncloa: más cerca de los triles que del juego limpio, más cerca del relato literario que de la verdad, ayer se reveló como el candidato con más hechuras para el oficio presidencial. Entendámonos: es el peor y el más deshonesto, pero es el que más y mejor domina las mañas del oficio, la gramática parda.

No hace falta ser sinólogo para interpretar las variadas señales que ha emitido en esta fase de la ronda: recibir a Casado en día aparte, mientras juntaba a los emergentes en el martes, habilitar para la rueda de prensa del candidato del PP una sala más grande que la que ofreció a Ciudadanos.

La reunión con Albert Rivera también fue la más breve. Cincuenta minutos, la mitad que a Alberto Casado, aunque dedicó más tiempo a Iglesias, dos horas y cuarto. Albert Rivera, muy tentado por la política virtual, se proclamó como el líder de la oposición, sin caer en la cuenta que ese título es el que confieren los ciudadanos al primero de los partidos que no gobierna. Mucho me temo que a Casado se le ha pasado el arroz y a Rivera se le va a quedar crudo. No es cosa de una legislatura. El socio preferente será Pablo Iglesias, 135 minutos de reunión y cuatro de comparecencia ante la prensa, los veremos el día 21 en la configuración de la Mesa del Congreso.

Pablo Iglesias ha reformulado aquel círculo vicioso de los planteamientos de sus años universitarios: Vamos a convocar una asamblea para decidir si convocamos una asamblea. El socio preferente y el presidente en funciones acordaron que tienen que ponerse de acuerdo. De los detalles se van a encargar Adriana Lastra e Irene Krupskaya. ¿Qué podría salir mal?