Del Val, a Herrera: “Entiendo tu alegría y sé que no te detendrás, porque para soñar hay que seguir caminando"

Dedica el profesor Luis del Val su fotografía a Carlos Herrera tras la victoria del Betis en la Copa del Rey

Luis del Val

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pone el foco de la imagen del día de

en el triunfo del Betis en la Copa del Rey el merecido homenaje que Carlos Herrera lleva haciendo desde las 6 de la mañana:

Había pensado en iniciar este comentario, preguntándote cómo le había ido al Betis el sábado, pero cuando uno está muy contento o muy enfadado, ya sé que no se aguantan las bromas y, desde las seis de la mañana, te he escuchado abrir la mochila de la lírica y lanzarte a cantar los verdes, verdes de la bandera andaluza, tiras verdes de las camisetas, verde el césped sobre el que trotan los gladiadores, verde como el trigo verde y el verde, verde limón, tal como sentenció a unos ojos el poeta nacido en la calle San Pedro Mártir de Sevilla, el león de la copla, don Rafael.

No hay satisfacción más intensa que la recompensa de la victoria, sobre todo en los equipos en los que los trofeos no aburren por su monótona concesión, sino que tardan en llegar y, cuanto más larga es la espera, más intenso es el júbilo y más se alarga el entusiasmo.

Y, en estos días, en los que el fútbol parecía una mafia de pícaros y comisionistas, chamarileros intentando pasar por señores, y gladiadores cuya vocación es el tanto por ciento, precisamente al final de dos semanas, donde el fútbol se convertía en una de esas empresas que cotizan en Bolsa, y en las que la pilatuna de un dirigente provoca el descenso en la cotización de las acciones, llega el sábado y dos equipos, nacidos en los primeros años del siglo pasado, acostumbrados tanto a la gloria como al olvido, veteranos en saber perder y saber ganar, barren la mierda de los mercachifles y conseguidores, y exhiben eso mismo que demuestra cada torero en su tarde: que están solos sobre el verde, y que no caben las recomendaciones, los chanchullos, las influencias, las maniobras y los pactos entre sinvergüenzas. Y es entonces, cuando aparece el deporte en toda su pureza, con sus ropajes de inicio, los que vestía en tiempos de Tebas y Atenas.

Así que no me ha sorprendido que, a temprana hora, hayas imitado a Píndaro, poeta de tantas cosas, y también de los Juegos Olímpicos. Y entiendo tu emoción satisfecha, el deleite de lograr lo que tantas veces se ha acariciado, el supremo placer de que el sueño se deposite en nuestras manos. El propio Píndaro decía que el hombre es el sueño de una sombra. Por eso, quizás, nuestros sueños son los que nos guían y nos estimulan, y nos curan la fatiga y nos sanan las decepciones. Y, por eso, querido Carlos entiendo tu alegría, y la comparto, y sé que no te detendrás, porque para soñar hay que seguir caminando.