Luis del Val: "En esto de la corrupción la cantidad se convierte en cualidad"

Los países mediterráneos sabemos convivir con la corruptela, es decir la recomendación, el amiguismo

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Las noticias poseen un efecto multiplicador cuando coinciden varias sobre el mismo segmento. Y, esta mañana, la corrupción cristaliza en tres titulares: la condena a una alcaldesa a 16 años de cárcel por once delitos de corrupción; la complicidad de la alta dirección de un banco en el espionaje a una empresa; y la denuncia de la Fiscalía, ante el Consejo General del Poder Judicial, de la juez Ángeles Núñez Bolaños, porque está favoreciendo que el ejercicio de la acción penal no alcance sus objetivos. Eso significa que o bien la juez Ángeles Núñez Bolaños, es torpe, tonta, o las dos cosas a la vez, o bien actúa con malicia y ha caído en la prevaricación.

Escribí hace unos meses, en varios periódicos, que en aras de la presunción de inocencia, que respeto, jamás acusaría a la juez Ángeles Núñez Bolaños de prevaricación, pero que también resultaba evidente que sus retrasos, su dejación y su falta de entusiasmo en el caso de los ERE provocaba que algunos pensaran que está actuando como prevaricadora.

Lo de la alcaldesa corrupta, a la que, además de la cárcel, le piden ocho millones de euros de indemnización, pertenece a ese ámbito espeso y municipal, donde las recalificaciones urbanísticas convierten un pedregal en una zona edificable, y una fuente de millones a repartir.

Luego está la cúpula de un banco como el BBVA, --de soltera Banco de Bilbao, antes de casarse con el Vizcaya- donde personas respetables y respetadas contrataron al comisario Villarejo para que empleara cualquier medio, incluidos los pinchazos telefónicos, con objeto de espiar a los dirigentes de una empresa. Y todos se tapan, y nadie pide disculpas, y las personas respetadas y respetables se transforman en cómplices de un delincuente. Si el banco tiene un director de comunicación eficiente, debe convencer a sus jefes de que esto no escampa y se olvida, y que deberían tener alguna iniciativa o esperan que el público que confía en ellos su dinero les guste un banco dirigido por personas que no tienen escrúpulos en emplear métodos mafiosos.

En esto de la corrupción la cantidad se convierte en cualidad. Una sociedad puede vivir con un porcentaje de corrupción asumible, de la misma manera que uno puede manejar una piscina, pero si la piscina se convierte en un océano, ya no se puede vivir en la orilla.

Los países mediterráneos, Italia, España, Grecia, Turquía, Egipto, sabemos convivir con la corruptela, es decir la recomendación, el amiguismo, lo que podríamos denominar la corrupción al menor. Pero si no atajamos su avance por la judicatura, la política y la empresa financiera, podemos pasar de la piscina al océano, y convertirnos en un estado fallido, como es Méjico.

Deseo que la reunión de estas tres noticias sobre corrupción sean fruto de la casualidad, es decir, una anécdota, que no va a llegar a la categoría. Pero -¡ojo!- a ver si le dedicamos tanto entusiasmo a luchar contra los manteros o la subida de sueldo de los concejales, y resulta que los consejos de administración se llenan de corruptos y el juez Manuel Marchena, en lugar de ser la norma y el ejemplo a seguir, se convierte en una rara excepción.