La carta de un amigo de Luis del Val a su madre muerta en una residencia: "Esta llaga no cicatrizará nunca"

Al dolor de no poder estar junto a su madre cuando murió por culpa del coronavirus, al amigo del profesor se le une ahora no poder ir al cementerio el Día de Todos los Santos

Luis del Val

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Luis del Val pone el foco de la imagen del día en "Herrera en COPE" en la situación de las residencias de ancianos:

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"Un amigo me ha reenviado una carta. Me voy a limitar a leerla.

Querida madre: El próximo domingo no podremos ir hasta el pueblo, y cambiar las flores del jarrón que compró tu nieta, y estar un rato en silencio, frente al nicho, y mirarnos hacia dentro para encontrarnos contigo. El próximo domingo está prohibido que nos desplacemos, exactamente igual que cuando hace unos meses te nos moriste en la residencia, sin que pudiéramos coger tu mano moribunda, sin poder estar junto a ti en las últimas horas y, luego, lo peor, aquellos días en los que no sabíamos ni siquiera donde estaba tu cuerpo. Tu nuera no paraba de llorar, y yo, no pude impedir que la lluvia de las lágrimas me visitara como si fuera un niño. Aquello fue un tormento terrible, donde la desesperación daba paso a la impotencia, y de la impotencia a la inmensa tristeza de ignorar donde estaba tu cuerpo frío, que tanto calor nos había dado.

El pasado domingo planeábamos el viaje hasta tu pueblo con el premeditado engaño de encontrarnos de verdad contigo, y habíamos proyectado pasar frente a la escuela donde estuviste de niña, acercarnos hasta la orilla del riachuelo, donde los tíos tenían un pequeño huerto, y recorrer las calles que amabas, que te habían visto vivir, quizás con la esperanza de que nos perdonaras que no te hubiéramos visto morir.

Querida, madre, perdónanos, aunque no fue por nuestra culpa, nada puede impedir este desasosiego, esta pesadumbre que pretendíamos intentar restañar el próximo domingo, en el pueblo, frente al nicho, donde leer tu nombre nos hubiera proporcionado el engañoso consuelo de que estás allí, pero esta nueva prohibición vuelve a introducir los gruesos dedos del dolor en esta llaga que no cicatrizará nunca.

Madre, cuando fuimos a recoger tus cosas nos enteramos de que doña Milagros, tu amiga, también falleció una semana después que tú, pero ya lo sabrás y te habrás encontrado con ella, porque, a medida que me voy haciendo viejo, más convencido estoy de que todas las madres del mundo van al cielo. Perdona mamá, y ruega por nosotros, y por quienes nos gobiernan y prohíben, que hay días, como estos, que parece que nunca hayan tenido una madre".

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