Luis del Val: “Este fuego que abrasa esperanzas no es surrealista, sino real, y quema, y abrasa los recuerdos”

Vuelve el profesor de vacaciones con el recuerdo de los incendios que están arrasando España

Luis del Val

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Luis del Val pone el foco de la imagen del día de "Herrera en COPE" en los terribles incendios que este verano están arrasando España:

En este día de agosto, docenas de pueblos y ciudades celebran la fiesta, y, por la noche, el cielo se ilumina con los fuegos artificiales. Desgraciadamente otro fuego, nada artificial, que se cobra muertos y heridos, va arrasando decenas de miles de hectáreas, convirtiendo el verde vegetal en ceniza de hogueras apagadas, y las arboledas en cementerios de derrota calcinada.

La Asunción de La Virgen, la Pascua de María

Todos los fuegos hieren y preocupan y duelen, pero todavía más si se producen en esos montes que conoces, por esas trochas y barrancos que has pisado, cuando tu deseo más importante era dejar de ser niño. Me dolió Ateca, a 14 kilómetros de Calatayud, pasando por Terrer, tierra en las que estuvo El Cid y algún niño insignificante, como yo, pasaba los veranos. Y hoy me duele el Moncayo, porque el Moncayo fue el Everest de mi infancia. Salías de Zaragoza, pasabas por Borja, donde algunos dicen que Cervantes situó la ínsula Barataria, y llegabas a Tarazona, patria de artistas, vísperas de las laderas que subían hacia el Moncayo, esa frontera natural entre Aragón y Castilla, donde fabrican el cierzo que hiela el cuello y atraviesa los jerseys de los zaragozanos.

Fue mi primer campamento de la pubertad, allí en su vertiente, cuando la vida es algo que te saluda cada mañana y no sabes muy bien qué es, pero parece que tiene de todo, y sólo hay que extender la mano. Y se esclarece la estampa de mis tíos, volviendo al anochecer del campo, de la viña, de las lomas, con un haz de leña sobre el burro o la mula, espontáneos cuidadores del bosque, limpiadores de aliagas, que se empleaban luego, en el lar, y que daban calor y chisporroteaban, como esta noche los fuegos en fiestas.

Julio Cortázar tituló ‘Todos los fuegos, el fuego’, su mejor libro de relatos, donde se su mirada se volvió más surrealista. Todos los fuegos, el fuego, me ha venido a la memoria, pero este fuego que abrasa esperanzas, que cubre de desastrosos grises la tierra, y que abate gigantes y cabezudos, o sea, árboles y arbustos, no es surrealista, sino real, y quema, y abrasa los recuerdos, cuando el arroyo más pequeño era el Amazonas y la sierra más humilde era el Everest.