Luis del Val: "Iglesias quiere organizar España como un Estado Soviético Vintage"
"Lo primero que hizo el Vicepresidente del Gobierno" recuerda el profesor "fue organizar una cacerolada al Rey, a escasas semanas de jurarle lealtad"
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Hoy, la presidenta del Parlamento, Meritxell Batet, ha publicado un artículo en el diario El País, con el que estoy de acuerdo en casi todo. Pide responsabilidad y unidad, y me parece bien. Pero la unidad mayoritaria de los españoles es bastante responsable, bastante evidente e incluso va mucho más allá de la obediencia debida. Donde no observamos unidad es en el Gobierno que está en el puente de mando. Donde comprobamos un aprovechamiento ideológico indecente es en el Vicepresidente del Gobierno, que a las escasas semanas de jurar lealtad al Rey, le organiza una cacerolada, o aprovecha la situación excepcional que se ha llevado la vida de más de siete mil españoles para alentar un deseo de expropiarlo todo, como si el virus fuera, no una maldición generalizada, sino la oportunidad de asaltar el Palacio de Invierno para organizar España como un Estado Soviético Vintage. Donde vemos una repugnancia a la unidad es en el propio Presidente del Gobierno, que no tiene ni siquiera la cortesía de manual, de llamar a la oposición por teléfono, aunque sea unos minutos antes, para informarle -¡Ojo, no digo consultarle, sino simplemente informarle- de las graves medidas que se van a tomar. Donde sospecho que no hay ningún deseo de unidad es en esa actitud que busca provocar en la oposición que saque los pies del tiesto para acusarle al minuto siguiente de deslealtad. Para deslealtad la que han tenido con los empresarios que tuvieron que enterarse de madrugada de lo que tendrían que hacer. ¿Qué pensarían los sindicalistas si un ministro de Trabajo denominara diálogo social a hablar sólo con los empresarios? ¿Les parecería bien? Pero, claro, como el vicepresidente del Gobierno, el comunista Vintage, piensa que los empresarios son unos tipos con chistera y puro en la boca, lo ven de lo más natural.
Dice Meritxell Batet, y estoy de acuerdo con ella, que no es tiempo de diatribas, ni de bilis, y es verdad, pero el estado de alarma no puede suponer el estado de silencio y, cuando los trabajadores de la Salud -los médicos, los enfermeros, los auxiliares- han sobrepasado los porcentajes de contagio de cualquier otro país- y miramos el calendario, y vemos que es 31 de marzo y sabemos que todavía falta por llegar material, y que en el hospital de Ifema no hay medios para organizar la asepsia de las batas, se nos revuelven las tripas del alma, y la bilis del cerebro intenta salir, aunque sea por las orejas, porque nos preguntamos: si el estado de alarma se decretó el 9 de marzo ¿qué estuvieron haciendo en el ministerio de Sanidad durante 22 días, tres semanas, tres? ¿Qué hicieron durante esas tres semanas? ¿Consultar catálogos? ¿Nombrar una comisión para que emitiera un informe? Dice Ábalos, con expresión risueña, que ellos no van por delante de los acontecimientos. No nos lo jure. Desde luego que no. Van muy por detrás. Pero de no ir tan a remolque es posible que algún puñado de esos diez mil profesionales de la Sanidad, estarían hoy en sus puestos, y algunos no habrían perdido la vida, señor Ábalos. Dicho sea con permiso de la señora Batet, porque no es tiempo de bilis, es cierto, pero esto no es bilis: se llama, simplemente, indignación.