Luis del Val: "No me puedo creer que el presidente del TC sea un sinvergüenza"

Explica el profesor que no puede creer que "el Excelentísimo Señor don Cándido Conde-Pumpido sea un juez prevaricador"

Luis del Val

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

No me puedo creer que el presidente del Tribunal Constitucional, Excelentísimo Señor don Cándido Conde-Pumpido Tourón, sea un sinvergüenza.

No me lo puedo creer. No me puedo creer que el Excelentísimo Señor don Cándido Conde-Pumpido Tourón sea un juez prevaricador, es decir, que dicte sentencias a sabiendas de que son injustas. No me lo puedo creer. No me puedo creer que sus compañeros del Tribunal Constitucional, que fueron -como él- propuestos por el PSOE, obedezcan ciegamente a su presidente, si fueran conscientes de que están prevaricando, y de que todo su prestigio profesional llega a término convirtiéndose en monaguillos y criados de un partido político.

No me lo puedo creer. No me puedo creer que, cuando Otegi escuchó que un fiscal pidió que ingresara en prisión, y le preguntó Otegi al fiscal si Conde-Pumpido lo sabía -en 2005, cuando Conde-Pumpido era Fiscal General del Estado, nombrado por José Luis Rodríguez Zapatero- eso significase que el actual presidente del Tribunal Constitucional estuviera con Otegi y aparejó negociando con ETA.

No me lo puedo creer. No me puedo creer que el Excelentísimo Señor don Cándido Conde-Pumpido Tourón, cuando dijo que, a veces, las togas se pueden ensuciar con el polvo del camino se refiriera al barro de la política.

No me lo puedo creer. Claro que tampoco me puedo creer que a un exdiputado, que le ha pegado a un policía nacional varias patadas en la cabeza, le tengan que indemnizar, corrigiendo una sentencias del Tribunal Supremo, que ya no es Tribunal Supremo, sino Casi Supremo, porque el Tribunal Constitucional -que preside el Excelentísimo Señor don Cándido Conde-Pumpido Tourón- es superior al Supremo.

Y tampoco me puedo creer que el Sindicato Unificado de Policía, ante el riesgo de que cualquier diputado les pueda pegar patadas en la cabeza, no muestren alguna repugnancia, alguna inequívoca opinión, porque ellos actúan en nombre de la autoridad y también es autoridad quien les patea la cabeza. Hay días en que uno se levanta tan escéptico y perplejo, que no cree en nada. Hoy, debe ser uno de esos días, aunque sí estoy a punto de creer que un Cobarde Prófugo se pueda convertir en un héroe del separatismo totalitario.