Luis del Val: "El terrorismo de torturar niños, bombardear escuelas, y matar civiles, no es terrorismo"
Ya puedes escuchar la Imagen de Luis del Val de este martes 11 de octubre de 2022
Publicado el - Actualizado
2 min lectura
Hay que reconocer la eficacia del ejército ruso, su habilidad, su precisión, su amplio conocimiento de usar la guerra como soporte para asesinar civiles. Rindámonos a la evidencia de que no hay ejército con esa efectividad para torturar a personas civiles que han cometido el terrible crimen de vivir en un piso en Ucrania, y no haber huido hacia territorio ruso. Y hay que reconocer, asimismo, la amplitud democrática de ese ejército que también tortura a los niños, como han podido comprobar las misiones de la ONU sobre el terreno.
Es cierto que hay convenciones internacionales en las que, desde hace muchos años, se prohíbe torturar a los soldados, y no se considera que las personas civiles puedan ser prisioneros de guerra, pero este incomparable ejército ruso abre una nueva era, donde escuelas y hospitales tienen la misma calificación que un fortín militar. Asimismo, asombra su capacidad para, de vez en cuando, arrasar a una caravana de personas civiles que huyen de una ciudad. En el arte de la estrategia bélica no hay duda de que este ejército ruso está marcando una diferencia espectacular, y me imagino que la embajada rusa, en Madrid, situada en la calle Velázquez número 155, estará recibiendo constantes muestras del asombro y la admiración que causa ese ejército, que donde ve un bloque de viviendas pone el misil.
La embajada rusa, situada en el número 155 de la calle Velázquez, de Madrid, manifestó que la voladura del puente de Crimea era una prueba palpable del carácter terrorista de Ucrania, y me imagino la enorme cantidad de personas que se acercarán a la embajada rusa, en Madrid, a la calle Velázquez 155 para expresar su condolencia. Porque el terrorismo de torturar niños, bombardear escuelas y hospitales, y matar civiles, no es terrorismo, sino acciones militares del glorioso ejército ruso, que está llenando de admiración a todo el mundo, y a su, de hecho, comandante en jefe, Putin, protegido por la suerte, puesto que cualquiera que le lleve la contraria, o no opine como él, muere envenenado, se tropieza con una bala, se sienta en un cojín radiactivo o se despeña por las escaleras. Es tanta la admiración que, a lo peor, hay que enviar más policías al 155 de la calle Velázquez, ante la gran avalancha de admiradores que, mañana, puede acudir a mostrar su asombro.