Luis del Val

“La policía británica está más atenta al protocolo que a los sentimientos de las personas”

Luis del Val

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Son las siete y casi treinta y cinco minutos de la mañana en España, las seis y casi treinta y cinco minutos,  en Londres, y los padres de Ignacio Echeverría todavía no han podido depositar un beso sobre la fría  frente del cadáver de su hijo. Tardaron cuatro días en aclararles si estaba herido o muerto, pero todavía no pueden abrazar el cuerpo inerte de su hijo, porque la policía británica debe estar convencida de que le pertenecen los cuerpos, y como todo propietario,  los trata como puñeteras mercancías, con ese desprecio del burócrata que está más atento al protocolo de los impresos que a los sentimientos de las personas a las que se supone que debe servir. Cuando ya habían demostrado que su velocidad de resolución era más lenta que la de un atrasado país del tercer mundo, adujeron que el procedimiento era complejo y difícil. No. Lo complejo y difícil es poner un hombre en la Luna, y eso ya se hizo hace muchos años, en el siglo pasado. O,  ateniéndonos al asunto, identificar cuerpos destrozados por una bomba, donde el tronco está separado de la cabeza y las extremidades. Pero los cadáveres producidos por un acuchillamiento, disponiendo de las huellas y del adn familiar, se puede resolver en muy poco tiempo, a no ser que al forense, al abrir la boca, se le escape un fino hilo de baba, propio de los tontos de baba.  Es difícil reunir tanta impericia, tanta grosería, tanta ignominia, tanta desidia en una actuación policial. Hasta tal punto,  que ya vienen dudas de si es que en el cuerpo de Echeverría se encuentra la huella de alguna bala, que se le escapó a la policía británica, porque como son tan torpes todo puede haber sucedido. Y el Gobierno español, además de la justa medalla, debería  pedir y pagar una segunda autopsia, no sea que tanta torpeza en realidad  esconda alguna maliciosa intención. Por cierto, al ministro de Asuntos Exteriores le pagamos el sueldo también para que alguna vez ponga mala cara y reclame. Y déle un toque al embajador, que está tranquilo y sosegado en el Paseo de la Castellana, en Torre Espacio, el edificio mñas lujoso de Madrid, y déle una nota de protesta para su ministro, porque aquí en España, no tratamos a los ciudadanos británicos con la insensibilidad, la ignominia, el desprecio y la grosería con que la Policía de Reino Unico está tratando a la familia Echeevarrçía. Son las 7 y 37 minutos de la mañana y todavía unos padres no han podido tomar entre las suyas las manos frías de un héroe, que es su hijo.