Del Val: "Unos compases de Morricone y veías las polvorientas botas de Clint Eastwood"

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Luis del Val

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El foco de la imagen del día de Luis del Val en "Herrera en COPE" enfoca a un genio que se nos fue ayer, Ennio Morricone:

"Cuenta José Luis Garci que, cuando caminaba por ese tramo tembloroso de la vida que va de la pubertad a la adolescencia, en el Parque del Retiro, por primera vez, besó a una chica. Y que fue una experiencia decepcionante, porque ni antes, ni durante el beso, ni después, sonaron los violines como sucedía siempre en las películas que veía en el cine Salamanca, cuando los protagonistas juntaban sus labios.

Ayer, cuando me llegó la noticia del fallecimiento de Morricone, enseguida me acordé de Garci y de su brillante observación, porque el cine nació mudo, huérfano de sonidos y palabras, pero en las salas de exhibición había un pianista que tecleaba, moderado y maestoso en las escenas de amor, y vibrante y allegro en las carreras y persecuciones.

La imagen en movimiento nos engaña con una tercera dimensión inexistente, pero es la música la que nos suscita las emociones, la que nos susurra cuáles son los sentimientos adecuados para esa secuencia.

"Ese momento en el que el corazón tiembla como la luna en el agua"

Morricone logró que la banda sonora fuera algo más que un mero acompañante subsidiario de las escenas, y formó un matrimonio casi indisoluble de tal manera que, si escuchas unos compases de las películas más conocidas, de manera inmediata ves las polvorientas botas de Clint Eastwood arrastrándose por esos pueblos del Oeste donde parece que estaba prohibida la lluvia, el rostro carilleno de Marlon Brando o esa magistral historia de 'Érase una vez en América', donde la delincuencia y el delito se entrecruzan durante la historia de medio siglo, y ves al mejor Robert de Niro convertido en el Noodles, mientras la música de Morricone casi te obliga a sentir nostalgia del tiempo de la prohibición, que nunca vivimos los europeos.

Pero puede que sea en 'Cinema Paradiso', esa película que es un homenaje al cine y a las salas de cine, donde el tema de amor -que no es de Ennio Morricone sino de su hijo Andrea- al descubrir las escenas que la censura hurtó a los espectadores, y se suceden los besos en la pantalla es cuando la observación de Garci cobra toda su fuerza, y el beso se percibe como lo definió Julio Cortázar: ese momento en que el corazón tiembla como la luna en el agua y, naturalmente, la música te acaricia de manera subconsciente, porque cualquiera que sea tu idioma no necesitas de doblajes para que el alma la sienta.

Dicen que van a reponer 'Cinema Paradiso' en cientos de salas, y no me extrañaría, porque viene a ser una proustiana búsqueda del tiempo perdido. También dicen que Morricone murió por la complicación de una caída, pero creo que se fue por la tristeza de comprobar como cada mes, cada semana, desde hace ya varios años, se cerraban los cinemas paradisos de centenares de ciudades, y ya ni siquiera por la competencia de la televisión, sino porque pasamos más tiempo mirando la diminuta pantalla del móvil, y hemos sustituido la palabra y la música por los emoticones. Han vuelto a abrir las salas, pero hay muy pocos espectadores. El tiempo en que, por una pocas monedas, podías vivir el amor y el sufrimiento de los otros, parece que ha muerto. Como Ennio Morricone. Y es que, como se escucha en “Cinema Paradiso”, “La vida no es como la has visto en el cine, es más difícil que en el cine”.

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