Luis del Val: “Si Calvo hubiera sido coetánea de Noé, diría que el diluvio fue un chubasco”

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Luis del Val: “Si Calvo hubiera sido coetánea de Noé, diría que el diluvio fue un chubasco”

Luis del Val

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Ayer, descubrí que soy un egoísta. Y lo digo por su bien: no se fíen nunca de un egoísta. Ayer, cuando escuché a Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno en funciones -en funciones electorales- decir que las protestas le parecían razonables, y que para  la mayoría de los catalanes había sido un día normal, y, por si había dudas, añadió: “completamente normal”, tuve tres reacciones: la primera fue de curiosidad científica, al observar el rostro que aparecía en la pantalla, sin una grieta, sin la más diminuta burbuja, lo que demuestra que el cemento armado es un material resistente a los cambios de temperatura y, mucho más a los cambios de humor.

O puede que no fuera cemento armado, sino microcemento, una nueva sustancia, que yo he puesto en los baños -sustituye a los azulejos- y resiste el agua, la humedad, el frío y el calor de manera eficiente, como he comprobado. Bueno, pues tras reparar en que el cemento armado, el micro cemento, o lo que cubra el rostro de doña Carmen Calvo, resistía la declaración, tuve una segunda reacción de inmensa alegría.

Si un día normal en Barcelona es ese en el que hay 26 heridos entre mozos de Escuadra y Policías Nacional, 74 entre los manifestantes, se impide la salida de 120 vuelos, 120 -que te pones a contar aviones y tardas dos minutos, avión por avión- carreteras y autopistas cortadas, y trenes que ni llegan, ni salen, si eso es un día normal, me entró una gran alegría, porque si eso es normal, quienes vivimos en Zaragoza, Madrid, Sevilla o La Coruña, hay que reconocer que vivimos en algo semejante al paraíso terrenal. No te queman la moto, no te rompen el escaparate del comercio, vas a tu trabajo, vuelves... el paraíso.

Dos reacciones normales, pero luego vino la tercera, y en esa me percaté de mi tremendo egoísmo. Como estamos en Campaña electoral desde hace meses, deseé de una manera ardiente que Pedro Sánchez gane las elecciones y que Carmen Calvo siga siendo vicepresidenta del Gobierno. Porque yo escribo 20 o 22 comentarios al mes para este programa, a los que hay que sumar los cinco artículos para ABC y los seis que envío a Europa Press. Y hay días, se lo juro, que a pesar de lo divertido que es este país, y de que los tontos contemporáneos se reproducen con la rapidez de los conejos, hay días en que te desanimas, porque no sabes de qué asunto tratar. Pero si votamos masivamente a Pedro Sánchez, y Carmen Calvo sigue siendo vicepresidenta del Gobierno, te levantas un día espeso de mente y sin saber de qué hablar y, entonces, te basta con mirar las últimas declaraciones de Carmen Calvo y ya tienes tema. Si doña Carmen hubiera sido coetánea de Noé, le hubiera dicho que lo que venía era un chubasco.

Y comprendo que tiene que templar gaitas con los nacionalistas y que le parezca razonable la ocupación violenta de la vía pública. Eso es bueno para el ambiguo de Iceta. Pero cuantos más votos se lleve Iceta en Cataluña, menos le votarán a Pedro Sánchez en el resto de España, y eso a mí, como buen egoísta, me produce una enorme contrariedad. 

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